
En un entorno global cada vez más incierto, las juntas directivas afrontan una transformación silenciosa pero profunda. Ya no basta con proteger la rentabilidad y minimizar los riesgos financieros tradicionales; ahora se exige una visión integral que considere el impacto social, ambiental y ético de las decisiones empresariales.
Esto no es ideología. Es estrategia. La supervivencia de las empresas depende de su capacidad para anticiparse a cambios regulatorios, responder a expectativas sociales emergentes y gestionar riesgos globales como el cambio climático, la disrupción tecnológica o las tensiones geopolíticas. El dato lo confirma: nueve de cada diez empresas del S&P 500 ya informan sobre sostenibilidad.
Los ejemplos abundan. En Europa, varias compañías han perdido valor en bolsa tras ocultar información climática. En Estados Unidos, los grandes inversionistas condicionan el financiamiento a planes de transición energética verificables. No es un asunto menor: las inversiones institucionales con criterios de sostenibilidad se proyectan en 33,9 trillones de dólares para el 2026.
Las compañías que ignoran estas dimensiones arriesgan su reputación y su viabilidad. El ISSB, por ejemplo, exige bajo sus normas NIIF S1 y S2 la divulgación de información financiera vinculada a sostenibilidad y clima. Aunque son estándares internacionales, también impactarán a las empresas costarricenses que exportan o buscan capital en mercados globales. La sostenibilidad dejó de ser opcional: ahora es un requisito.
En ese sentido, las juntas directivas deben garantizar que la visión corporativa trascienda el cortoplacismo del siguiente periodo e impulse cambios estructurales en el modelo de negocio.
En Costa Rica, la discusión sobre el rol de las juntas sigue centrada en supervisión financiera y control de riesgos operativos. La sostenibilidad queda relegada a mandos medios o áreas técnicas. El resultado: esfuerzos fragmentados, sin incidencia en la estrategia. En contraste, en otros países la gobernanza ya evoluciona hacia modelos donde el largo plazo y el valor sostenible pesan tanto como los resultados inmediatos. Incluso en la región, algunas bolsas de valores incentivan reportes que incluyan estos criterios y los gobiernos aplican criterios ambientales en compras públicas.
No es un asunto de activismo empresarial, sino de gestión estratégica seria. Incorporar consideraciones sobre sostenibilidad, relaciones laborales justas, uso eficiente de recursos o preparación ante desastres climáticos no es ceder a una moda: es blindar a la empresa ante escenarios que ya forman parte de la realidad económica global.
Costa Rica tiene potencial para liderar en América Latina un modelo empresarial moderno y alineado con las mejores prácticas internacionales de gobernanza. Pero para lograrlo, necesitamos profesionalizar las juntas y actualizar el perfil de quienes las integran.
Esto requiere, al menos, tres acciones clave:
- Formación estratégica: no se puede gestionar lo que no se entiende. Los directores deben capacitarse en sostenibilidad, riesgos globales y disrupciones tecnológicas, con programas de actualización continua.
- Diversidad de perfiles: las juntas homogéneas en edad, género o formación son menos efectivas para identificar riesgos no tradicionales. La diversidad, incluyendo experiencia en tecnología y sostenibilidad, es una ventaja competitiva.
- Transparencia inteligente: reportar avances no debe ser una imposición, sino una oportunidad para generar confianza con inversionistas, clientes y colaboradores. Hoy existen herramientas digitales que facilitan la comunicación clara y verificable con los grupos de interés.
En Costa Rica nos hemos sentido cómodos con un modelo empresarial exitoso basado en la atracción de inversión extranjera y la estabilidad institucional. Pero este modelo no será suficiente para sostener la competitividad futura si las empresas nacionales no adoptan estándares de gobernanza alineados con las expectativas de mercados más exigentes, como el europeo.
Nuestro país no siempre es competitivo en costos de producción y cuenta con un salario mínimo relativamente alto. Sin embargo, puede seguir diferenciándose si mantiene su liderazgo histórico en sostenibilidad y lo traduce en gobernanza de alto nivel.
Más que un eslogan o una tendencia, la responsabilidad empresarial es hoy una dimensión estratégica ineludible. Las juntas directivas tienen la responsabilidad y la oportunidad de encabezar esta transformación desde el centro neurálgico de la estrategia empresarial. Costa Rica tiene la oportunidad de demostrar que un país pequeño puede marcar la pauta en gobierno corporativo responsable. La próxima década definirá si nuestras empresas se limitan a sobrevivir o si lideran con visión, generando prosperidad duradera para toda la sociedad.
francisco.perezcamacho@bocconialumni.it
Francisco E. Pérez es educador en temas de emprendimiento y sostenibilidad, doctor en Administración de Empresas por SDA Bocconi, y ‘fellow’ del Newton Venture Program en London Business School. Ha asesorado a gobiernos, empresas y fundaciones en América Latina en temas de innovación, sostenibilidad y gobernanza corporativa.