
Cada Navidad, el canto de los ángeles vuelve a resonar como un eco antiguo y, a la vez, sorprendentemente actual: “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra, paz a los hombres de buena voluntad”.
Esta frase no es un mero saludo piadoso. Es una propuesta activa y el desafío central de la Nochebuena. Vivimos en un mundo que habla mucho de paz, pero la construye poco, confundiéndola con silencio, comodidad o indiferencia.
Sin embargo, la paz que anuncia la Navidad no es pasiva ni automática; está dirigida a quienes tienen buena voluntad, es decir, a quienes deciden actuar. La buena voluntad comienza con algo sencillo: reconocer al otro. Es la decisión consciente de escuchar antes de juzgar, de tender la mano antes de señalar y de dialogar antes de enfrentar.
El mensaje navideño no surgió en centros de poder sino en Belén. El Niño Dios nace en la periferia, entre pastores, en un pesebre. Este detalle no es menor: la paz verdadera no se impone desde arriba, sino que se construye desde abajo, desde la conciencia y el corazón de cada persona. Belén nos enseña que la fuerza no reside en las armas, sino en la vulnerabilidad y en la protección del débil. Ser hombres y mujeres de buena voluntad hoy significa negarse a normalizar la violencia, la exclusión y la mentira. Significa elegir la justicia aunque incomode, la solidaridad aunque cueste y la verdad aunque divida opiniones.
La paz social no llegará solo por acuerdos políticos. Se manifiesta cuando la buena voluntad se vuelve acción concreta, y esta acción se sustenta en dos pilares: el diálogo y el entendimiento. Mediante el diálogo, se transforma la confrontación en conversación; se buscan puntos de conexión antes de señalar diferencias. El entendimiento, por su parte, es el fruto maduro de la buena voluntad. No significa estar de acuerdo con el otro, sino hacer el esfuerzo consciente por comprender la raíz de su pensamiento o dolor. El entendimiento nos permite convivir con la divergencia sin permitir que esta se convierta en hostilidad, pues la paz que buscamos no es uniformidad, sino respeto mutuo.
Esta Navidad, nuestro país necesita personas dispuestas a querer el bien, capaces de llevar a todos los ambientes el diálogo y el entendimiento. Feliz Navidad.
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José Joaquín Chaverri Sievert es diplomático y periodista.