El discurso de don Rodrigo Chaves Robles tiene varios rasgos que lo caracterizan y lo identifican. Primero, el ataque personal y la ofensa contra quien cometa el pecado de tener una posición contraria a la suya. La intimidación y el acoso se elevan entonces a la categoría de estrategia política para acallar la crítica.
Luego, está la deslegitimación de las instituciones democráticas que cumplen una función de control y contrapeso al poder presidencial, como la Sala Constitucional, la Contraloría General de la República, la Asamblea Legislativa, la Fiscalía, el OIJ… Dirían en el campo que a nuestro presidente “le chima la jáquima”.
También se deslegitima a los actores sociales relevantes, especialmente a la “prensa canalla”, llamada a supervisar el ejercicio del poder político. Según Chaves, hay que desconfiar de la “prensa tradicional” pues esta miente y desinforma… Si en el país nada funciona y todo está mal, el presidente se convierte en la única alternativa viable para resolver los problemas del “pueblo”. El mecanismo no es novedoso, Donald Trump afirmó, en su primera campaña presidencial: “Solo yo puedo solucionarlo”.
Por último, Chaves se presenta como el “verdadero” defensor del pueblo en una lucha con “los ticos con corona”. Frente a un enemigo común representado por los políticos y partidos tradicionales, el presidente fomenta la confrontación y la división, al tiempo que dice ser el gestor del cambio, aunque no sepamos en qué consiste. Propone, por ejemplo, una nueva Constitución, pero no explica cuáles serían los cambios estructurales que necesitamos. Eso sí, quiere eliminar todos los controles en materia de contratación pública, creados para evitar la corrupción.
De los aspectos mencionados, quiero detenerme en este último y preguntarme: ¿Es realmente este presidente el “defensor del pueblo”? ¿Sus políticas y decisiones demuestran que atiende las necesidades de quienes menos tienen?
Un verdadero “defensor del pueblo” se preocuparía por fortalecer el sistema de salud pública, por erradicar las listas de espera, por mejorar las finanzas de la Caja y pagar la deuda del Estado, o por construir los hospitales que necesitamos, como en Cartago. ¿Quiénes resultan perjudicados con el panorama actual en salud pública? Las personas que no tienen dinero para ir a un médico particular y no pueden pagar una cirugía en un hospital privado.
Un verdadero “defensor del pueblo” se preocuparía por coordinar y liderar la acción gubernamental para combatir el narcotráfico, en lugar de repartir culpas para eludir sus responsabilidades. Si bien la delincuencia nos afecta a todos, las víctimas colaterales mueren en barrios marginales o en comunidades de bajos ingresos, no en los condominios de lujo resguardados por guardas privados. No son tampoco los niños de las escuelas privadas quienes están siendo reclutados por las organizaciones criminales para ser sicarios o vender droga.
Un verdadero “defensor del pueblo” se preocuparía por impulsar y mejorar la educación pública, indispensable herramienta de movilidad social. Un verdadero “defensor del pueblo” habría sido implacable con la ineficiencia y charlatanería de una ministra que fue incapaz de presentar su “ruta de la educación”. Un verdadero “defensor del pueblo” no habría permitido que se cerrara un programa de cómputo en las escuelas públicas sin tener un reemplazo mejor.
Podemos sumar a la lista muchas otras preocupaciones que un verdadero “defensor del pueblo” debería tener, como solucionar la agobiante situación de las pensiones, mejorar el transporte público, reactivar el gasto social o disminuir el precio del arroz. ¿Quiénes son los afectados por estos problemas? Las personas de más bajos ingresos que dependerán de su pensión en la vejez, quienes utilizan el transporte público, quienes sí se ven afectados por el aumento de precio en los granos básicos.
¿Defensor del pueblo? Juzgue usted…
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Rodolfo Brenes Vargas es abogado.
