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La educación requiere una cultura colaborativa entre las familias y los centros educativos. (Shutterstock)
La mayor parte del tiempo se organiza en torno al trabajo, y eso influye en nuestra conducta, estructura las relaciones sociales y el estilo de vida e incide en nuestra identidad y autoestima.
Investigaciones revelan que la mayoría de las personas tienen tres tipos de relaciones distintas con su trabajo: lo ven como trabajo, como carrera o como vocación o misión (job, career o calling, respectivamente). Esta distinción predice las metas que la gente persigue en su trabajo.
Quien experimenta su profesión como trabajo se centra en los aspectos económicos. Es un medio que le permite adquirir recursos necesarios. Los que lo ven como carrera se centran, primeramente, en el avance profesional dentro de la estructura ocupacional, lo que suele mejorar la autoestima.
Quienes lo consideran vocación se centran en el disfrute que les provee su realización y en que la labor sea socialmente útil. Piensan que contribuye a hacer del mundo un lugar mejor.
Esta última orientación caracteriza profesiones como la docencia. Estudios avalan el carácter altamente vocacional de la profesión docente. Para los profesores, su principal motivador son los propios alumnos. Les ayudan a desarrollar su potencial y los forman para convertirse en adultos responsables. Son conscientes de que su trabajo tiene una dimensión ética.
Un valor central para los profesores es la idea de que son moralmente, más que legalmente, responsables de sus alumnos. Experimentan un deseo de cuidar de ellos. La enseñanza tiene un marcado carácter interpersonal. Ofrece un gran servicio ético.
Expertos afirman que la motivación docente está basada en elementos intrínsecos, como son el reto intelectual, la autonomía, la libertad para probar nuevas ideas, el desarrollo de la competencia profesional, la oportunidad de crecer personalmente, el sentir que benefician a la sociedad influyendo en la educación de niños y jóvenes y que incentivan la creatividad.
De acuerdo con Maslow, toman el trabajo como centro de la autorrealización. En la investigación Teacher 2000, los profesores dicen cosas como las siguientes: “Disfruto estando con niños y siendo miembro de un grupo que trabaja por lograr metas juntos”, “amo sentir que realmente he ayudado e inspirado a alguien”, “disfruto planificando mis clases y viendo cómo los chicos tienen éxito”, “disfruto la libertad de ser creativo, improvisando y explorando diferentes formas de enseñar y de responder a las necesidades de los estudiantes”, “cada día es diferente, trae nuevas sorpresas y retos”, “la clase es un lugar vibrante para ser”, “disfruto superando dificultades, con la creatividad de producir materiales de enseñanza, con la aventura de aprender con profesores y alumnos”, “me gusta enseñar porque me permite continuar aprendiendo y creciendo de muchas formas”.
Investigadores del Project Teacher 2000 con datos de 3.000 profesores de cuatro países indican que todos están motivados por el deseo de trabajar para marcar la diferencia. Encuentran mucha satisfacción en este aspecto de la enseñanza.
La educación brinda una contribución clave al bienestar social y económico. Según el informe de la OCDE Escuelas y calidad, presentado en 1989, el interés por la calidad de la educación en las escuelas es una de las más altas prioridades en los países miembros. Este interés político busca hacer a las naciones, industrias, empresas e individuos más competitivos.
Un mundo globalizado exige reformas educativas. La comunidad educativa debe lidiar con las consecuencias humanas de una reestructuración económica y social, con nuevos problemas e incertidumbres. Para algunos, la educación es un “balón de fútbol” de los políticos. Pero para que los profesores trabajen más eficientemente y los estudiantes mejoren sus resultados, los reformadores deben tener claro lo que señala el Informe Delors de 1996: “Ninguna reforma educativa tiene éxito contra los profesores o sin su participación”.
Pienso que existe un factor primordial que las reformas deben considerar hacia el camino de la excelencia académica y humana: los padres de familia. Deberían ser los protagonistas de la educación de sus hijos y crear asimismo contextos educativos en sus hogares.
Desarrollar un alto nivel de interés y compromiso es el mejor negocio. Así como los profesores deben fomentar la formación y el desarrollo profesional, la familia debe ser un proyecto educativo.
Hay que conocer el ideario o misión de la institución a la que asisten los hijos, conocer la calidad de los contenidos impartidos, buscar la comunicación y la retroalimentación junto con los maestros para diseñar un plan de mejora personal de cada hijo.
La educación debe ser personalizada. Los elementos humanos en una organización son tan cruciales como los factores técnicos o económicos. Las relaciones interpersonales están en el centro de cada aspecto de la vida y deben ser un gran ingrediente para el crecimiento, la autoridad y la confianza.
Debemos promover una cultura colaborativa entre las familias y los centros educativos. Deben apoyarse mutuamente para compartir ideas y experiencias. La enseñanza no es una profesión solitaria. Es comunitaria.
Las reformas y los tiempos actuales demandan una cultura educativa diferente. Padres y docentes deben aprender y asistirse los unos a los otros. El sentido de comunidad educativa crea una atmósfera de mutuo interés y asistencia práctica. La educación no es posible sin formación, implicación y motivación de padres, profesores y alumnos.
Para esta tríada, educar y formarse debe ser una vocación. Un llamado a crecer personalmente. Esto trasciende toda agenda política.
La autora es administradora de negocios.
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