El 8 octubre se le otorgó el premio nobel a William Nordhaus por sus contribuciones a la economía del cambio climático. Este economista de 77 años ha desarrollado dos modelos, el DICE y el RICE, para integrar el cambio climático a la ciencia económica.
El DICE es un modelo globalmente agregado, que integra un modelo de equilibro general de la economía global con un sistema que incluye emisiones, concentraciones, cambio climático, impactos y políticas óptimas.
El RICE, por su parte, es un modelo de equilibrio general, dinámico y regional, que integra la actividad económica con las fuentes, emisiones y consecuencias de los gases de efecto invernadero y del cambio climático.
Los modelos de optimización global, como el DICE, se cuestionan cómo las naciones podrían elegir una ruta óptima para la reducción de los gases de efecto invernadero. El RICE, no solo permite calcular la ruta correcta (la ruta cooperativa) sino también compararla con la no cooperativa. Con este modelo se calculan los resultados de tres enfoques que pueden ser tomados por las naciones: el de mercado, en el cual no hay control de emisiones de gases de efecto invernadero; el cooperativo, en el cual las naciones acuerdan reducir las emisiones de CO2 globalmente; y el no cooperativo, en el cual cada nación hace lo que considera que está de acuerdo con sus intereses sin tomar en cuenta a las otras naciones.
Si se toma el enfoque no cooperativo, nos advierte Nordhaus, los países pequeños, cuyas políticas de cambio climático tienen poco efecto en su propio bienestar económico, tendrán pocos incentivos para reducir las emisiones, mientras que los países más grandes tendrán mayores incentivos para asumir costosas reducciones de CO2. De acuerdo con el modelo RICE, si la cooperación es exitosa, conducirá a ganancias netas. Pero si no se logra cooperar, ello no implica el desastre económico.
Dos narrativas. Con respecto a las opiniones de los expertos sobre el cambio climático, Nordhaus identifica dos narrativas sobre la relación entre crecimiento económico y los recursos.
Por un lado, tenemos la narrativa optimista, que ve los recursos como vastos y si escasean es fácil encontrarles un reemplazo, y el cambio climático trae oportunidades, como la disposición de nuevas tierras cultivables.
Por otro lado, tenemos una narrativa pesimista, que estima que los sistemas naturales y económicos no pueden adaptarse tan rápido al cambio climático. Para esta narrativa, el riesgo no proviene de las predicciones de lo más probable, sino de lo menos probable que ocurra.
Las medidas del impacto del cambio climático podrían subestimar el impacto en el bienestar de las regiones de bajos ingresos, dado que, por ubicarse en el trópico, serán más afectadas que las de altas latitudes y muestran menos capacidad para adaptarse a shocks.
Para cambios graduales, los estimados económicos indican que la respuesta económica eficiente supone modestas, pero progresivas, reducciones de emisiones e impuestos al carbono para apaciguar el cambio climático. Sin embargo, evitar eficientemente el cambio brusco puede involucrar costos de reducción mucho mayores.
Posiciones. Quienes se pliegan a la narrativa optimista suelen atribuir a la innovación tecnológica un gran papel en la reducción del cambio climático. Nordhaus también ha puesto a prueba esta asunción. Se ha preguntado qué impacto tiene la innovación tecnológica inducida en el cambio climático y en las políticas que lo abordan.
Para responder a dicha pregunta, integró en el modelo DICE un mecanismo de sustitución que describe que incrementos en el precio de la energía del carbono, en relación con otros insumos, llevará a los usuarios a comprar equipo que emplea combustible eficientemente o a emplear productos que usen energía de manera menos intensiva.
Con otro modelo que fusiona DICE y RICE, el uso intensivo del carbono es afectado por el cambio tecnológico. El mecanismo que se describe es la innovación inducida, que opera de manera diferente a la sustitución.
Un aumento en los precios de la energía de carbono llevará a las firmas a desarrollar nuevos procesos y productos que usen energía de manera menos intensiva que los productos existentes. Invertirán, por tanto, en nuevos conocimientos que producirán nuevos procesos y productos que disminuyan la intensidad del uso del carbono.
Los resultados de la aplicación de ambos modelos indican que la innovación inducida produce más emisiones y menos reducción de temperatura que la sustitución.
La principal razón para el poco impacto de la innovación inducida es que las inversiones en la actividad inventiva son muy pequeñas para hacer mayores diferencias a menos que los retornos sociales de investigación y desarrollo sean mayores que los retornos supernormales que ya se tienen.
En suma, considerar los impactos diferenciados del cambio climático, cooperación, objetivos realistas en reducción de emisiones, sensibilidad ante nuestras capacidades de adaptación, impuestos al carbono y sustituir las energías más contaminantes, son algunas de las recomendaciones de Nordhaus para afrontar el cambio climático.
El autor es filósofo.