Si la calidad se mide por la satisfacción del cliente, la educación pública no cumple. Los padres quieren que sus hijos se mantengan en el sistema escolar, pasen de año y aprendan cosas útiles para que tengan una vida productiva y digna.
Veamos la realidad: menos del 60 % de los estudiantes que comienzan la secundaria la terminan; un 40 % de estos no lo logran sin haber repetido, como mínimo, un año; en este 2021, el 72 % de los estudiantes del sistema público que deseaban estudiar en el Tec no pasaron el examen de admisión. No estamos cumpliendo a nuestros clientes. ¡La calidad de nuestra educación debe mejorar!
¿Por qué falla la educación pública? En mi opinión, porque desde hace varias décadas se da prioridad a las necesidades del docente y no a las del estudiante: huelgas sin reponer tiempo, calificación de educadores desconectada del desempeño de sus estudiantes y “derechos” laborales que no toman en cuenta el derecho de los estudiantes deberían ser suficiente prueba de ello.
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¿Cómo rectificar? Poniendo a los estudiantes primero en toda la cadena de mando del MEP. El éxito no es una opción: si los estudiantes no alcanzan sus objetivos, los docentes deberán mejorar o ser reemplazados.
Establezcamos metas de promoción por materia y nivel, por lo menos de un 70%. Establezcamos también pruebas anuales estandarizadas de conocimiento por materia para todos.
La primera vez que el 30 % de los estudiantes de un docente reprueben la materia o no aprueben las pruebas estandarizadas de esa materia, el educador debe entrar en un plan remedial: primero se le hará una evaluación de dominio de los contenidos y de habilidades didáctico-pedagógicas.
En relación con sus áreas débiles, deberá tomar cursos de capacitación obligatorios. Si no se matricula en los cursos, se le suspende el contrato laboral. No trabajará si no estudia. Si no aprueba los cursos, la primera vez deberá repetirlos y la segunda vez se le suspenderá el contrato hasta que los apruebe (estudiando sin que se le pague por ello).
La segunda vez que sus estudiantes no cumplan los objetivos de promoción o aprendizaje, al maestro o profesor se le condicionará el contrato. La tercera, será despedido sin responsabilidad patronal, pues ¡no se puede mantener a un docente que no domina la materia que enseña o no sepa enseñar!
La misma lógica es válida para los directores, supervisores y directores regionales: si más de un 30 % de sus docentes están en un plan remedial, se les mandará también a un plan similar: a estos profesionales se les evaluaría su liderazgo, su dominio de herramientas de control académico, su gestión de medidas de apoyo a los docentes y sus planes de desarrollo docente.
La primera vez tomarán los cursos que necesiten, según las áreas urgidas de mejora; la segunda se les condicionará el contrato y la tercera se les despedirá por incumplimiento de funciones: ¡La razón de ser del director, supervisor o directores regionales es apoyar a maestros y profesores con el fin de cumplir los objetivos de los estudiantes!
Lo “novedoso” de esta propuesta es pasar el Ministerio de Educación (MEP) a un esquema de servicio, como cualquier otro que funciona en el mundo: centrado en el cliente y no en el personal; eso los enfocará en la eficacia y simplificará y alineará los indicadores de gestión con el rendimiento de cuentas. Así funciona el mundo, así funcionará en el MEP.
Con un mecanismo como este, luego se mejorarán los contenidos, se incorporarán temas transversales a las asignaturas regulares, como uso de TIC, robótica, arte y otras materias MATIC (STEAM).
Hay mil formas de robustecer la formación estudiantil, pero lo primero es conseguir que salgan de quinto año habiendo aprendido lo necesario. Vivimos tiempos de enormes desafíos para nuestro país y una educación de calidad es vital para enfrentarlos.
El autor es ingeniero civil.
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¿Cómo rectificar? Poniendo a los estudiantes primero en toda la cadena de mando del MEP.