
Escribo este artículo desde el silencio y el olvido, preocupado por el futuro del país. Soy periodista y desde hace varios años enfrento un proceso penal por las frases dirigidas por otra persona –que se me quieren achacar– mientras fui director de un medio donde un grupo de estudiantes, desde un espacio, decidieron hacer un programa mediante una sátira periodística.
En este camino, he debido afrontar una demanda, mensajes falsos en redes sociales y la persecución de quienes quieren acabar con mi espíritu de defensa de la verdad, la libertad de expresión y la libertad de prensa.
Toda esta odisea ha incluido un largo camino en tribunales de justicia, donde la inversión de mi propio patrimonio ha sido onerosa y ha afectado todos los niveles mi vida personal, profesional y familiar.
No he buscado micrófonos para causar indignación; ni en momentos de poder tenerlos a mi lado, he abusado de esa tribuna para atraer aguas a mi cauce. Mi estilo no es ese: me gusta con respeto retratar quién soy. Dice mi madre que se demuestra más con una actitud sobria, educada y prudente, y así me he comportado durante toda mi trayectoria. Sin embargo, en los últimos meses, me embargan preocupaciones sumadas a esta lucha que he llevado por dentro.
No podemos perder la prensa libre y capaz de hacer crítica; Costa Rica ha sostenido una democracia amparada en el ejercicio de un periodismo honesto, sin caretas, con el trabajo de investigación concienzudo y apegado a los datos y el funcionamiento de las solicitudes de acceso a la información pública a las que los medios de prensa recurren constantemente para poder informar sobre la realidad de los hechos noticiosos.
Periodismo zalamero
No puede ser que a quienes investigan, o incluso no lo hagan, nos persigan con mecanismos de intimidación. Y más dañino aún es que los propios tribunales avalen, mediante embargos, a profesionales que solo están informando.
Explico mi caso: sin haber dicho una palabra contra quien me acusa, he sido llevado a un largo proceso penal donde llevo dos juicios, dos apelaciones y me espera un tercero.
Más aún, en estos juicios, sin haber tenido ningún control editorial, se me ha empeñado la vida embargándome desproporcionadamente todos mis bienes. Por lógica, en una demanda, si usted, para resarcir su honor, pide dos colones, hace un embargo por esos mismos dos colones; no por el doble, el triple o el cuádruple. ¡Sentido común! Fue algo sumamente desproporcionado que avaló el sistema y que apelamos, pero se ha mantenido como una forma de penitencia y de control sistemático.
Les comparto una escena nítida: imaginen que su mamá, sabiendo de su inocencia, los acompaña al juicio y, en medio debate, recibe gritos y faltas de respeto. Esto hemos tenido que enfrentar como familia.
Por eso tengo un compromiso –con mis personas cercanas y también con la prensa, que hace cobertura de todo este proceso en mi contra– y ese compromiso es mantener mi integridad emocional, estabilidad y control, porque, al final, es la única forma de dar el ejemplo.
Escribo este texto ya no por mi caso, sino por los muchos colegas que vienen detrás, que pasarán por tortuosos procesos judiciales cuando alguien decida embargarles todo a cambio de la intimidación, para así lograr que el periodismo se vuelva complaciente en vez de ser el medio por el cual se exija la debida rendición de cuentas a toda figura pública.
Llevo años dando esta advertencia. Nadie me ha escuchado y muchos sectores me han dado la espalda. Pero confío en los principios básicos de los derechos humanos y deseo demostrarles a mis hijos que, en nuestra Costa Rica, las luchas sociales cuestan dolor.
marlonmoracr@gmail.com
Marlon Mora Jiménez es periodista y docente universitario.