Como es su costumbre, el politólogo Constantino Urcuyo ha escrito un texto claro e importante, en esta oportunidad sobre el Frente Amplio (FA).
Él sostiene la hipótesis de que el desarrollo de este partido está determinado por cuál sea la vía que elija; de un lado se encuentra el sendero autoritario del socialismo del siglo XXI, con estatización de la propiedad, expropiaciones y centralismos político-jurídicos, y del otro, el camino brasileño o uruguayo, que es democrático, de mercado y socialmente inclusivo (“Frente Amplio: continuidad y novedad”, La Nación, 30/8/2015). Esta disyuntiva es común a varios movimientos políticos latinoamericanos, y en lo que sigue me permito ahondar en su origen y en otros temas relacionados.
Marx en su laberinto. Entre 1845 y 1867, Karl Marx formula la teoría que inspira a los partidos políticos cuyo objetivo es construir el socialismo como antítesis del capitalismo.
Según el argumento de Marx, la riqueza social se origina en el trabajo asalariado, pero cuando reina la propiedad privada esa riqueza es usufructuada por el dueño de la propiedad.
¿Cómo superar tal situación? Marx propone derrotar por la violencia a las clases sociales explotadoras, suprimir la propiedad privada, abolir el capitalismo, instituir la propiedad social sobre los medios de producción y establecer una dictadura política, económica y social, como fase de transición del capitalismo al socialismo.
Este planteamiento era el sustentado por los precursores del actual Frente Amplio costarricense, pero resulta que al leer los documentos programáticos y otros textos generados por este partido político tal tesis brilla por su ausencia.
Conviene recordar que de 1881 a 1920 estudiosos socialdemócratas, democristianos, liberales e independientes coincidieron en señalar los vacíos y errores contenidos en la teoría de Marx.
Hoy es común aceptar que Marx no consideró en su análisis la posibilidad de un desarrollo técnico duradero y de un crecimiento acelerado de la productividad; y que si bien la fuerza de trabajo origina la riqueza, es unilateral sostener que solo la del proletariado industrial cumple esa función.
Profesionales, empresarios, emprendedores, agricultores, intelectuales, empleados públicos, pequeños y medianos propietarios contribuyen en la creación e incremento de la riqueza social, de modo que, contrario a lo que pensaba el profeta de Tréveris (como también se le conoce a Marx), lo que existe es una creación pluriclasista de riqueza, y este fenómeno comprende no solo el proceso de producción, como supuso Marx, sino también la distribución, el consumo y la interacción de estas instancias con los órdenes jurídico-políticos y socioculturales.
Conversión político-ideológica. La generación de riqueza es un fenómeno bastante más complejo que el imaginado por Marx, quien nunca alcanzó una visión integral de las dinámicas capitalistas, circunstancia que ha impedido a sus seguidores comprender los frenéticos movimientos de las sociedades cuyas economías se basan en la propiedad privada y los mercados.
Los herederos de Marx se han limitado a repetir al maestro como si fuese un infalible dios, y cuando no ha sido así es común que terminen reconociendo los méritos de las tradiciones liberales, socialdemócratas y democratacristianas, se sumerjan en un caótico e ineficaz eclecticismo ideológico o permanezcan estáticos en espera de que los tiempos les devuelvan antiguas glorias.
Los casos de líderes latinoamericanos sobresalientes como José Mujica, Tabaré Vázquez y Lula da Silva ejemplifican una transición desde los ámbitos totalitarios hasta los terrenos democrático-liberales.
Este fenómeno de conversión política en América Latina encuentra cercanos antecedentes en el eurocomunismo de los años ochenta y noventa del siglo pasado, y en la perestroika soviética.
Desenlace. Cuando entre 1980 y 1991 se produjo el derrumbe de los sistemas inspirados en la teoría de Marx, surgió una profunda crisis de identidad en los partidos comunistas de América Latina y Europa, que los enfrentó al dilema de reconocer y convertir en propios los aciertos de las tradiciones democráticas, o mantenerse anclados en una visión de mundo periclitada y fracasada.
Este es el dilema histórico que da origen a la disyuntiva señalada por Constantino para el caso del Frente Amplio.
El partido comunista de Costa Rica, en 1984, se dividió en dos bloques: uno al que se llamó reformista o revisionista, liderado por Manuel Mora Valverde, proclive a interiorizar el bagaje democrático y los méritos del capitalismo, y otro, revolucionario o aventurero, que bajo la conducción de Ferreto Segura y Vargas Carbonell se mantuvo ligado al planteamiento original de Marx, Engels, Lenin y Stalin.
La corriente reformista-revisionista de Mora Valverde, a través de José Merino del Río, condujo a la creación del Frente Amplio en el 2004.
Al momento de su nacimiento, el Frente Amplio se encontraba en orfandad intelectual. El marxismo había saltado por los aires en miles de fragmentos, el materialismo histórico y dialéctico, núcleo ideológico de los antecesores del Frente Amplio, era a todas luces un despiste mayúsculo, los partidos comunistas se encontraban en franca crisis y retirada, y la cosmovisión económica de Marx naufragaba en el océano de la historia.
El Frente Amplio nadaba en dos mares, democrático uno, autoritario el otro. Esta ambigüedad aún está presente en este partido político, resta por ver si elige la vía del socialismo del siglo XXI (autoritarismo) o la vía uruguaya-brasileña (democrático-liberal), para decirlo en el lenguaje de Constantino.
Esto se le debe exigir al Frente Amplio, que muestre lo que es su naturaleza político-ideológica, y que abandone la ambigüedad e indefiniciones que reveló en la última campaña electoral.
Es también importante estar atento a la posibilidad de que el Frente Amplio se convierta en el núcleo de un nuevo bloque histórico multiclasista capaz de disputar el ejercicio del Poder Ejecutivo, esto es algo que puede suceder si da un salto cualitativo en su desarrollo partidario y social, si se profundiza el descrédito de algunos liderazgos políticos tradicionales y de sus partidos, si el actual gobierno sigue en el palanganeo político que lo ha caracterizado desde el principio de su mandato, y si algunas fuerzas insisten en continuar llamando comunista a un partido político que no lo es.
Fernando Araya es escritor, consultor en administración de negocios, posicionamiento organizacional y gestión de procesos editoriales. Coordinador de los Idearios Costarricenses 2000-2001 (UNED) y 2009-2010 (UNA). Sus libros tratan temas filosóficos y socioculturales. Su más reciente publicación se titula “Nietzsche: del nihilismo a la teoría de la creatividad artística”.