
La mesa estaba servida para una hermosa celebración: escuchar a las siete Bandas Nacionales tocando juntas para conmemorar los 77 años de la abolición del ejército, conmemorar la fecha de un hecho que nos enorgullece y nos sigue poniendo en el mapa al ser uno de los poquísimos países del mundo que han optado por tomar ese riesgo.
Fui; no me lo contaron. Quería escuchar un concierto inolvidable, al igual que los cientos de personas que se dieron cita el 1.° de diciembre en la plaza de la Democracia. Pero hay una persona tan dispuesta a incendiar la casa que ni esa noche quiso respetar. Claro, es ese que ya estarán suponiendo.
Hizo su aparición tardía, aunque ya a un costado de la tarima principal, desde hacía buen rato lo esperaba el séquito de súbditos y algún candidato a diputado que no entendí por qué hacía parte de ese grupo si hoy es solo un ciudadano más. Sí, claro, me refiero Chaves, el que estará en Zapote hasta el próximo mes de mayo.
Me resultó claro que, a las actividades que va, su equipo lleva un grupo encargado de iniciar el grito de “no estás solo” para intentar que el público se sume al coro, aunque, definitivamente, esta vez la convocatoria no fue lo exitosa que esperaban. Y arrancó con su diatriba.
Lo que debía ser una bonita conmemoración se fue convirtiendo en un discurso de plaza pública con una dicción un poco enredada (desconozco el motivo) que subía de tono a cada minuto. Y, como de costumbre, la emprendió contra la institucionalidad; en menos de 15 minutos, recurrió a la palabra “pueblo” al menos una docena de veces, y en un gesto conocido y gastado, asumió papel de víctima y mártir para decir que no es él quien importa sino “ustedes, que abrieron los ojos”. Es realmente molesto el cinismo, pero, por norma del buen periodismo, se deben escuchar todas las partes. Hígado… quieto.
Claro que mencionó el fondo de la celebración e hizo alusión al mazazo que se dio en ese mismo lugar, aunque, como era esperable, se le olvidó el apellido de la persona que lo dio, e independientemente de la discusión de motivos, no mencionarlo es mezquino. No extraña.
Pero el mayor sinsabor y la mayor preocupación que tuve que llevarme –además de no haber podido escuchar el concierto de las bandas– fue ver y escuchar (no me lo contaron) cómo la noche en que gozamos de no tener una fuerza armada, el presidente entra en ira ante los abucheos o gritos de “fuera” o de “música, música” de personas presentes y gira la orden a la Fuerza Pública de “actuar conforme a la ley”.
Lo hemos visto en películas y lo leemos en la historia de otras naciones, pero ver en Costa Rica cómo, ante un llamado de ese tipo, los policías corren a rodear e infiltrarse entre la multitud –ante el asombro de muchos y la decisión de callar y no correr el riesgo de otros–, es triste, por decir lo menos.
¿Entienden la ruta que llevamos? Puedo decirles que, tras vivirlo en carne propia, es más fácil entender el miedo. Ese miedo que refleja la reciente Encuesta Nacional sobre la Libertad de Expresión y Confianza en Medios de Comunicación de la Universidad de Costa Rica, en la que un 46% admite tener miedo de expresar su opinión en redes sociales y, peor aún, un 73% percibe que la libertad de expresión en Costa Rica está en peligro.
Esa noche del 1.° de diciembre frente al Museo Nacional, en una plaza llena de gente, el ambiente se crispó; muchos se retiraron, al tiempo que otros se volvían a ver como buscando complicidad en alguno de los bandos; los extranjeros no entendían la furia de aquel señor con gesto desorbitado señalando a una persona del público. Cómo extraña uno aquellos tiempos en que el opositor no era un enemigo, sino solo un compatriota con otras preferencias.
Mientras escribo este texto en caliente –vivo cerca–, puedo escuchar de lejos la música de las bandas cuya ejecución quería ver. Solo, en mi escritorio, en vez de estar compartiendo con cientos de hermanos costarricenses que lograron soportar hasta el final de la actividad, tal vez la celebración más importante de todas, convertida en plaza pública.
Espero, de todo corazón, que el próximo 1.° de diciembre se vuelvan a juntar las bandas frente a un enorme grupo de ticos reunidos para disfrutar de la música ese día por una sola razón: la dicha de seguir siendo libres.
alvabon68@yahoo.com
Eduardo Enrique Alvarado B. es periodista.