
En períodos electorales, la conversación suele concentrarse en los temas más visibles. Sin embargo, asuntos estructurales como la competitividad, el empleo y la productividad requieren una discusión profunda y sostenida, especialmente en la coyuntura actual.
Durante décadas, la inversión extranjera directa (IED) ha sido un pilar del modelo productivo costarricense. Ha integrado al país en cadenas globales de valor, apoyado la diversificación productiva y contribuido a la generación de empleo de calidad. Con los habilitadores adecuados, la IED llega, se consolida, crece y genera encadenamientos productivos y transferencia de capacidades.
Los datos recientes muestran una desaceleración en la generación de empleo del sector multinacional, rompiendo una tendencia que se había sostenido por años. Leer estas señales a tiempo es clave para anticipar riesgos y tomar decisiones oportunas.
Este cambio ocurre en un contexto internacional particularmente complejo. En su informe The World Ahead 2026, The Economist advierte que nos adentramos en uno de los periodos más inciertos de nuestra generación, caracterizado por tensiones geopolíticas persistentes, mayor fragmentación y un entorno global menos predecible.
En el ámbito económico, el mismo informe señala que las cadenas globales continúan reconfigurándose y que el crecimiento futuro dependerá de factores aún en evolución. Entre ellos destaca el papel de la inteligencia artificial, que podría impulsar una nueva ola de productividad o introducir disrupciones económicas y regulatorias, junto con otros cambios tecnológicos y climáticos que impactan a gobiernos, empresas y mercados laborales.
Para países como Costa Rica, este entorno refuerza la necesidad de actuar con claridad estratégica y enfoque en la zona de control e influencia. La competencia por inversión y talento es más intensa, lo que exige fortalecer la propuesta de valor país basada en confiabilidad, agilidad, coordinación institucional y capacidad de adaptación.
Costa Rica cuenta con activos relevantes, como talento especializado, reputación internacional y experiencia sectorial, que requieren atención constante. En este contexto, el debate electoral tiene la oportunidad de elevar y ampliar su enfoque, así como considerar la visión de largo plazo. Un modelo de desarrollo se sostiene con reglas claras, prioridades compartidas y ejecución coordinada. La discusión pasa por cómo proteger lo que funciona, ajustar lo que ha perdido tracción y construir lo que aún falta.
Relación directa y continua
Desde Cinde mantenemos una relación directa y continua con más de 400 empresas instaladas en el país, lo que nos permite acompañar la evolución de sus operaciones y anticipar sus necesidades. Esta escucha basada en evidencia pone el foco no solo en la llegada de nuevas inversiones, sino en qué tan preparado está Costa Rica para sostener su permanencia, crecimiento y generación de mayor valor.
A partir de esa experiencia, las empresas señalan con claridad cuáles son los habilitadores de la competitividad: talento especializado y bilingüe, seguridad, infraestructura adecuada y costos operativos competitivos. Al fortalecerse de manera integral, estos factores permiten al país ganar previsibilidad, sostener la confianza y ampliar su capacidad de crecimiento.
La invitación es clara: entender el contexto de cambio, analizar la evidencia y las señales, y priorizar acciones sobre los factores que inciden directamente en la competitividad. La ventaja competitiva del país dependerá de fortalecer habilidades, anticipar escenarios y responder con agilidad a un entorno cada vez más exigente. En el contexto electoral, las decisiones que se tomen hoy serán clave para sostener el empleo y la inversión en los próximos años.
Marianela Urgellés es ingeniera industrial y directora general de Cinde.