
¿Qué es primero, el huevo o la gallina? Esa fue la pregunta que rondó en una reciente conversación tras la conformación del Capítulo Nacional del Consejo Global para el Uso Responsable de la Inteligencia Artificial (IA) en Costa Rica, en cuya fundación tengo el privilegio de haber participado. Entre colegas, surgió una reflexión incómoda pero urgente: antes de hablar de IA, ¿no deberíamos hablar de lo que la hace posible?
Es comprensible la fascinación por las tecnologías exponenciales, la IA, blockchain, los pagos digitales y las identidades digitales. Prometen eficiencia, transparencia, inclusión y nuevas oportunidades. Pero su adopción no vendrá sin dos cimientos sólidos: infraestructura digital pública y transformación educativa.
La brecha digital rural
Pese a que, en 2022, Costa Rica se ubicó en el 4.º lugar de América Latina en preparación digital, distancias como residencia rural, menor escolaridad e ingresos limitados siguen ampliando la brecha. En zonas rurales urbanas hubo un avance de acceso a Internet de 78,6 % en 2018 a 86,3 % en 2019, pero sigue siendo inferior al 89,3 % en algunas zonas.
La Superintendencia de Telecomunicaciones (Sutel) mantiene el programa “Comunidades Conectadas”, pero afronta deficiencias en ejecución, coordinación y asignación de recursos, lo que sugiere que las políticas no han sido suficientes para cerrar la brecha.
En el ámbito de cobertura móvil, más del 40 % de usuarios ha excedido los límites de datos y enfrenta ralentización. Esto evidencia que tener cobertura no garantiza accesibilidad real a servicios avanzados.
Infraestructura digital pública
Lo que denominamos “infraestructura digital pública” va más allá de antenas o fibra: incluye acceso universal asequible, sistemas de identidad digital, plataformas de pago que puedan interoperar, y estándares éticos en datos. No puede entregarse solo por el mercado; debe construirse desde el aparato estatal con respaldo técnico, regulatorio y normativo.
El Plan Nacional de Desarrollo de Telecomunicaciones 2022–2027 del Micitt establece metas claras: consolidar infraestructura, mantener inversión estable y acelerar cobertura. El reto está en articular esa visión con ejecución, transparencia, control y adaptación local.
Transformación educativa
Sin una transformación profunda en cómo enseñamos, las herramientas digitales no liberan, por el contrario, obstaculizan. Es preocupante (y recurrente) ver discursos que critican el uso de ChatGPT y afirman que “reduce la capacidad de pensar”. Pero la evidencia y la lógica educativa apuntan a lo contrario: estas herramientas son más poderosas cuando son mediadas por pensamiento crítico y diseño pedagógico.
Además, los grandes modelos de lenguaje como ChatGPT son objeto de debate entre expertos: si bien tienen limitaciones en “verdadera comprensión”, su potencial yace en impulsar nuevas formas de resolución de problemas, creatividad y acceso al conocimiento. Si no los entendemos, regulamos y educamos para usarlos bien, seguiremos atacando el síntoma en lugar de crear soluciones de fondo.
Huevo y gallina digital: la ecuación integral
La infraestructura pública y la formación educativa no son independientes; se retroalimentan. No basta con poner fibra óptica en una escuela si no hay docentes capacitados para usarla con sentido, ni protocolos (como identidad digital o plataformas nacionales inclusivas) que permitan a los ciudadanos acceder y participar.
Solo cuando aseguramos acceso universal, asequible, confiable y educativo, podremos pensar en escalar IA en salud rural, blockchain para trámites o pagos digitales integrales. Ahí el huevo y la gallina (infraestructura y educación) se corroen en un solo ciclo virtuoso.
Costa Rica enfrenta el desafío de construir una visión digital integral, inclusiva y ética. Pero para que la ética en IA y la equidad digital sean reales, debemos consolidar la infraestructura digital pública y una transformación educativa profunda. El resto– innovación, talento, creatividad– surgirá de esa base. Sin ese inicio, todo lo demás será más discurso que impacto.
Alejandro Solís Durán es especialista en transformación digital y director de Proyección Externa y Alianzas Estratégicas del Catie.