
Para verdades, el tiempo. Y con él, la justicia y el lugar que se merecen todos los seres humanos por el solo hecho de serlo. También los países mismos, sobre todo los grandes sin excepción, que deben regirse en sus relaciones por el derecho internacional, el respeto a los derechos humanos y a los numerosos tratados vigentes.
A propósito de las consideraciones anteriores, reflexiono sobre algo sucedido hace poco en China. El presidente Xi Jinping convocó a una cumbre a los países asiáticos que forman un bloque “alternativo” a la OTAN: la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS). Estuvieron presentes líderes como Putin, por Rusia, y Modi, por India, dándose la circunstancia de que algunos de los participantes representan a potencias nucleares (India, Pakistán) con intereses enfrentados con frontera común.
China e India también mantienen relaciones que, en algunos momentos, han sido tensas. Días antes, también en China, se reunió la cumbre de los BRICS, la nueva organización de países que aspiran a ser una entidad que sirva de contrapeso (desarrollo, finanzas, cooperación, antibelicismo) al bloque hegemónico liderado sin disputa por el país que, paradójicamente, aún mantiene la Estatua de la Libertad dando la bienvenida en Nueva York “a todos los desheredados de la tierra”.
El párrafo anterior refleja el papel que asume, en el concierto de naciones, la República Popular China, con todo derecho. ¡Qué lejos aquellos tiempos en que China era un verdadero problema mundial! Hambrunas, pestes, inundaciones, tifones, terremotos apocalípticos, guerra civil… Pero eso no era lo peor: desde mediados del siglo XIX, China fue presa fácil del Reino Unido, Francia y Rusia y, un poco más tarde, de Japón y Estados Unidos: todos establecieron enclaves autónomos en su territorio, sobre todo en las costas.
El Reino Unido se distinguió por su adquisición militar de la colonia de Hong Kong, la apertura forzada de puertos para el comercio y las dos guerras del opio (1839-1842 y 1856-1860), libradas para abrir el enorme mercado chino a la venta del opio, que el Reino Unido cultivaba…en India.
La historia de China fue la de una constante humillación por las potencias extranjeras y esta solo terminó en 1949, cuando el ejército popular de Mao derrotó y expulsó hacia Taiwán (Formosa) el régimen corrupto nacionalista, protegido y armado por Estados Unidos.
Debió esperar hasta 1971 para ocupar su asiento en la ONU y en su Consejo de Seguridad como único representante del pueblo chino, donde no tiene cabida el gobierno nacionalista refugiado en Taiwán, considerada una provincia rebelde, resabio de una flagrante intervención extranjera.
Colonia chino-costarricense
En Costa Rica tenemos una dinámica y próspera comunidad china. Su historia es poco conocida, aunque realmente dramática. El prestigioso historiador costarricense Óscar Aguilar Bulgarelli se refiere a ello en su obra La huelga de los tútiles 1887-1889. Un capítulo de nuestra historia social (UNED, 2004).
En resumen: después del drama de explotación vivido por los italianos, contratados para construir el ferrocarril hacia Limón, urgía buscar trabajadores en el extranjero. El empresario estadounidense Minor Keith los encontró en humildes proletarios chinos, contratados según todas las garantías de ley.
Desembarcaron en Puntarenas el 1.° de agosto de 1873: jóvenes, sanos, robustos y buenos trabajadores. Pero se cometió con ellos toda clase de abusos. Tantos que, al final, la Compañía vendió a algunos como “esclavos por seis años" a un precio de entre 350 y 400 pesos. Aguilar cita a Jeffrey Casey Gasper en Limón 1880-1940 (Editorial Costa Rica, San José, 1979).
“La venta prosiguió durante 1873, aunque a escala reducida, pero volvió a incrementarse a partir de febrero de 1874, debido probablemente a los problemas financieros de la empresa y del gobierno. Entre el 13 de febrero y el 25 de mayo, la empresa vendió los contratos de 154 chinos. Entre los compradores de chinos, destacan algunos hombres de importancia en la sociedad costarricense. El presidente Tomás Guardia compró 14, uno de ellos para cocinero. El ministro de Obras Públicas, Salvador Lara, compró uno para cocinero, y el gobernador de Alajuela compró dos. Muchos de los chinos fueron vendidos también a los extranjeros que venían a trabajar con la empresa. Varios compraron chinos para sirvientes o cocineros, pero algunos los mandaron a trabajar a sus fincas o beneficios”.
Conclusión: hoy ningún país, ni nadie, podría someter a tan crueles humillaciones a China o a sus habitantes. Se lo ganaron solos para siempre, por el propio esfuerzo, con sacrificios y mucha dignidad.
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Hugo Mora Poltronieri es ensayista y profesor jubilado de la Universidad de Costa Rica (UCR).