Una interesante nota periodística fue publicada en La Nación el 31 de marzo, titulada “Experto: cadáveres y microscopios son innecesarios al formar médicos”, con una entrevista al Dr. Francisco Gutiérrez sobre la educación médica.
Las opiniones del médico mexicano fueron presentadas en un taller para ejecutivos del área de salud humana, que se llevó a cabo en marzo, en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard.
Gutiérrez trabaja con una red de universidades asociada a la Universidad Estatal de Arizona, que pretende una innovación curricular en todas las áreas profesionales.
El contexto de algunas opiniones no me quedó claro, aunque posiblemente se deba a la diferencia curricular de la enseñanza de la Medicina en Estados Unidos con la de Costa Rica.
La admisión en una escuela de Medicina en Estados Unidos requiere, entre otras exigencias, que el estudiante haya obtenido previamente un bachillerato universitario con énfasis en una ciencia natural, como biología o química.
En Costa Rica, los estudiantes de primer ingreso entran a Medicina una vez aceptados para la carrera en el centro académico en que se matriculan. Algo similar pasa en las facultades de Derecho en Estados Unidos, en donde un bachillerato en alguna ciencia social es requerido como criterio de ingreso.
Recuerdo con agrado algunas anécdotas que el Dr. Luis Guillermo Brenes Sobrado me contaba de su tiempo de estudio para el bachillerato universitario con énfasis en Química en el Haverford College, en Pensilvania, antes de empezar Medicina en la Universidad Temple, también en Pensilvania.
El Dr. Brenes Sobrado fue jefe de la Sección de Medicina del Hospital San Juan de Dios. Pero volviendo al artículo, Gutiérrez indica que lo relevante para la formación es eliminar lo que no contribuye, como cuatro semestres en el microscopio: nunca más un médico usa el microscopio. Lo anterior excluye a los patólogos, obviamente.
Imagino que los “cuatro semestres en el microscopio” podrían tener significado en el currículo estadounidense, en donde los estudiantes usan microscopios en cursos como Biología General y Botánica durante la etapa de grado (bachillerato con énfasis en Biología), y luego, ya en Medicina, en cursos de Histología y Patología.
Los desarrollos tecnológicos pueden mejorar los tradicionales estilos de enseñanza, en todos los niveles y áreas del saber. Gutiérrez afirma que las técnicas de imagenología serían muy buenas para aprender anatomía, y no solo como instrumento de diagnóstico.
Es una excelente idea. Sin duda, cuando se trata de temas relacionados con el nivel celular (no de tejidos), imágenes de microscopía electrónica serían óptimas como recurso pedagógico.
En síntesis, soy de la opinión de que algunas recomendaciones del Dr. Gutiérrez deben entenderse en términos de las realidades curriculares del país para no crear confusión ni en la sociedad, en general, ni en los estudiantes que aspiran a estudiar Medicina.
Este tipo de situaciones también pueden ocurrir cuando un plan de estudios en el extranjero no cuadra con los objetivos curriculares buscados en Costa Rica.
Recuerdo casos en los cuales muchachos graduados de bachilleres con énfasis en Química o Bioquímica, también en Estados Unidos, no recibieron aquí el reconocimiento esperado, pues en la universidad extranjera no impartían cursos como Química Industrial o suficiente química analítica, más apropiados para la práctica profesional habitual en ese país.
Los padres de familia y jóvenes deben tener claro el escenario profesional en que se desarrollarán en el país y pensar bien la conveniencia de estudiar en un país extranjero a nivel de grado.
julio.mata@ucr.ac.cr
El autor es catedrático de la UCR.