
Cada cierto tiempo, un siniestro vial nos sacude como sociedad. Más allá de las causas específicas, esas tragedias deberían recordarnos algo elemental: en un vehículo, todos los ocupantes —los de los asientos delanteros y traseros— deben llevar puesto el cinturón. No es un accesorio. Es la diferencia entre la vida y la muerte.
El mito de que “atrás estoy más seguro” aún existe, y es una de las falacias más peligrosas en nuestra cultura vial. La Física lo desmiente: un pasajero que viaja atrás sin sujeción se convierte en un proyectil dentro del habitáculo, con suficiente energía para salir despedido o para impactar con gran fuerza a quien viaja adelante. En un choque frontal, su cuerpo puede multiplicar hasta 40 veces su peso. No hay reflejo humano capaz de resistir eso.
La Administración Nacional de Seguridad del Tráfico en las Carreteras (NHTSA), de Estados Unidos, reportó que en 2023 murieron 23.959 ocupantes de vehículos de pasajeros, y que casi la mitad no llevaba cinturón de seguridad. Quienes sí lo usaron redujeron su probabilidad de morir en más del 45% en automóviles y hasta un 60% en camionetas ligeras. Además, solo el 1% de quienes estaban sujetos resultó eyectado en choques fatales, frente al 25% de los que no llevaban puesto el cinturón (NHTSA, 2024).
La agencia es tajante: el cinturón lo mantiene dentro del vehículo y aumenta sus posibilidades de sobrevivir.
En Europa, la Revista Europea de Investigación en Transporte analizó más de 349.000 casos de siniestros y concluyó que no usar el cinturón es la variable más influyente en la gravedad de las lesiones. La probabilidad de sufrir una lesión grave o mortal se multiplica cuando la persona no lo lleva puesto, incluso en trayectos cortos o a baja velocidad (Jiménez & Montero, 2020). En palabras simples: el cinturón marca la diferencia entre un susto y una tragedia.
Un estudio complementario de la Revista Iberoamericana de Ingeniería Mecánica (2024) revela que solo el 70% de los pasajeros traseros lo utiliza, frente a más del 90% en los asientos delanteros. Ese rezago cultural explica una parte importante de las muertes evitables en nuestras carreteras.
En Costa Rica, los registros más recientes del Observatorio de Seguridad Vial (Cosevi) confirman que la falta persiste: solo en 2024 se impusieron 5.310 sanciones por no utilizar el cinturón de seguridad, tanto en conductores como en pasajeros. Esa cifra incluye 3.821 conductores y 1.481 acompañantes sorprendidos sin sujeción. Aunque el número pueda parecer pequeño frente al total de vehículos en circulación, no existe justificación alguna para su incidencia. Cada infracción representa una exposición innecesaria al riesgo de muerte o de causar lesiones graves a otros ocupantes.
Conviene subrayar algo que incomoda: quien viaja suelto atrás no solo pone en riesgo su vida, sino también la de los demás. En un impacto, ese cuerpo sin sujeción golpea a los pasajeros delanteros o al parabrisas con fuerza letal. Por eso, el cinturón no es solo una obligación personal, sino un deber ético hacia quienes nos acompañan.
Y este mensaje también debe alcanzar a quienes usan uniforme. Algunos cuerpos policiales sostienen, sin evidencia científica, que prescindir del cinturón facilita reaccionar ante un eventual enfrentamiento armado. Sin embargo, los datos son contundentes: el riesgo de morir en un siniestro vial supera ampliamente al de un evento táctico.
Lo correcto no es eliminar la protección, sino adaptarla: entrenar en liberación rápida, diseñar protocolos operativos y usar equipamiento compatible. La seguridad operativa y la vial pueden coexistir. Negarlo es una falsa disyuntiva.
Adoptar el cinturón como hábito universal requiere tres pasos simples:
- Motor encendido, cinturón abrochado. Nadie se mueve hasta que todos lo estén.
- Colocación correcta. La banda torácica sobre el pecho y la pélvica sobre las caderas, nunca en el abdomen.
- Niños y niñas atrás. Y siempre con sistemas de retención infantil adecuados para su edad y estatura.
Desde las instituciones y empresas públicas, el compromiso también debe ser tangible: campañas internas, controles periódicos y liderazgo ejemplar. En países donde la fiscalización se mantiene constante, el uso del cinturón supera el 95%. No se logra con miedo a la multa, sino con cultura y coherencia.
He visto demasiadas escenas que pudieron evitarse. Por eso lo repito: atrás no es zona segura si usted va suelto. El cinturón no limita la libertad, la preserva. Es el acto más sencillo y solidario que podemos hacer por nosotros mismos y por quienes amamos.
barqueroa77@gmail.com
Alberto Barquero Espinoza es administrador de empresas con énfasis en transporte terrestre y seguridad vial.