
Tras la resolución del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) que ordenó suspender la transmisión de los consejos de gobierno durante el periodo electoral, supongo que Presidencia pidió a los ministerios publicar ese cartelito, que presumo que ellos mismos diseñaron, con la frase “Cayó la mordaza”.
La pieza gráfica revela, con sorprendente fidelidad, los rasgos que han marcado casi cuatro años de administración: la política del vaso de agua, improvisación, deseos de protagonismo, desequilibrio institucional y deterioro de la credibilidad. El diseño, aquí, es un espejo.
El uso de una tipografía sans serif en mayúsculas, con un ajuste muy cerrado del espacio, transmite prisa. Es un recurso típico de piezas hechas “a la carrera”, sin refinamiento. Ese aire de apuro se alinea con esa ya conocida forma de gobernar, en que destaca la reacción sobre la planificación: decisiones tomadas al filo de la situación, giros bruscos y gestión de crisis con parches. La tipografía representa una urgencia fabricada que sustituye a la solidez.
La franja negra donde descansa el texto está desalineada y parece “pegada encima”, sin diálogo con los demás elementos. En diseño institucional, eso comunica falta de método. Es la metáfora perfecta de políticas que se imponen por encima de criterios técnicos: soluciones que se colocan sobre la marcha aunque rompan la armonía del sistema. La administración pública necesita marcos y procesos; el cartelito sugiere lo contrario: superponer antes que construir.
Aunque el texto blanco sobre negro contrasta bien, el fondo compite y distrae del “mensaje principal”. El fondo replica un ruido intenso de color. En comunicación, cuando el soporte compite con el contenido, gana el espectáculo y pierde la idea. Esa es, también, la lógica dominante de esta administración: una estrategia de atención constante, de dramatización y conflicto.
Detrás de la franja negra, se observa la figura del mandatario. No es un detalle inocente: la pieza sugiere que el mensaje orbita alrededor del líder. La administración Chaves Robles ha fomentado ese protagonismo, por ejemplo, a través de las conferencias performáticas de los miércoles, desplazando el foco de lo público a lo protagónico.
La composición carece de un balance claro. El ojo no sabe adónde fijarse primero; la imagen “no descansa”. Esa inestabilidad visual remite a otra más seria: la tentación de concentrar el poder. Cuando la comunicación oficial rehúye la proporción y los contrapesos, envía un mensaje que no podemos pasar por alto: las reglas estorban y la división de poderes es un obstáculo. Están convirtiendo una norma democrática en una narrativa de victimización.
El cartel tiene más de meme que de pieza institucional. Funciona para agitar redes, no para orientar a la ciudadanía. La comunicación pública no es propaganda ni sarcasmo; es servicio: debe informar con claridad, rendir cuentas y facilitar derechos.
Me centro en la evaluación gráfica porque, ya quedó claro, que ni ellos mismos entendieron qué querían decir con “Cayó la mordaza”. Cuando por fin les “cayó el veinte”, y eso que ya habían teñido las redes de los ministerios con semejante mensaje, optaron por borrar el rastro y regresar a su portada minimalista.
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María Fernanda Quirós Hernández es periodista y profesional en mercadeo digital.