En la Biblia se habla en parábolas, que es forma favorita de expresar la verdad por la narración de un suceso fingido y desde un punto de vista que podemos considerar celestial. Desde la época de los griegos se empleó también otra forma de manifestar verdades, producto de la experiencia de los hombres, pero con propósitos terrenales, y que son las fábulas. Hablan los animales sobre un tema concreto y dejan, al final, una enseñanza generalmente moral. De Esopo a Iriarte la fábula incursionó con éxito en la literatura.
Pero en la Biblia están escritas también dos fábulas, solamente dos (con la particularidad de que aquí no hablan los animales, sino los árboles), una que está en el II Libro de de los Reyes –reinado de Amasías– y que narra la solicitud que se hace al cedro para que dé a una hija en matrimonio al hijo del cardo, y otra en el Libro de los Jueces –reinado de Abimelec– cuando “los árboles fueron a elegir rey sobre sí”, y dijeron al olivo: “Reina sobre nosotros”, y el olivo no aceptó; luego ofrecieron a la higuera que reinara sobre ellos, y la higuera no aceptó; también le ofrecieron a la vid que reinara sobre los árboles, y la vid no aceptó. Todos dijeron que tenían que continuar haciendo lo que por naturaleza estaban destinados a hacer y que con su labor se honraba y alegraba a Dios y a los hombres. Finalmente, pidieron a la zarza: “Anda, reina sobre nosotros”, y la zarza aceptó ofreciendo abrigar a todos los árboles bajo su sombra, bajo su pequeña sombra.
En las democracias, con mucha frecuencia, sucede algo parecido. Los sabios y los profesionales destacados que trabajan privadamente en provecho de la sociedad, no aceptan cargos públicos de dirección nacional, y dejan el campo a los ciudadanos sencillos o a los mediocres. Cuando alguien se queja porque en la Asamblea Legislativa no se escucha la palabra culta ni se presenta el proyecto de ley adecuado, entonces debemos contestarle que eso no es corrupción del sistema, sino desgano cívico de las personas que tienen mayores capacidades para gobernar.
Cuando los escaramujos aspiran a reinar en las naciones no es porque las democracias funcionan mal, sino porque los olivos, las higueras y las vides han renunciado al ejercicio del poder.