La polémica sobre el uso de embriones humanos clonados para curar enfermedades no es solo de ciencia y religión. No pocos científicos, al margen de toda religión, consideran la conveniencia de postular un estatuto especial para los embriones. Ya establecimos en Costa Rica la defensoría de los niños, un paso más sería la defensoría de los embriones, que ya son, a la luz de los avances de la investigación científica, humanos y todavía más indefensos. En realidad deberíamos estar todos de acuerdo en que el embrión –proceda de concepción natural, inseminación artificial o clonación– es mucho más que un conjunto de células: estamos ante un ser humano en su mínima expresión. Así informaba el biólogo Luis Jiménez (La Nación, 1.°/1/03).
El documento Donaldson Report (Catalunya Cristiana, 17/1/02, pág. 40) pide para el embrión un respeto “proporcional a su grado de desarrollo” y eso con- lleva una incipiente consideración moral. El Parlamento Europeo aprobó, en lo político y jurídico, una resolución que pide a todos sus estados miembros “que introduzcan medidas vinculantes que prohíban toda forma de búsqueda de cualquier tipo de clonación, con fines terapéuticos o de reproducción humana (7/9/00). Esto nos muestra que en este punto ya existe una incipiente sensibilidad y el buen criterio de muchos en el ámbito de la ciencia. Así también piensa la Cámara de Representantes de USA –cfr. (La Nación, 11/4/02, pág. 20 A).
Respeto a la vida. La investigación debe respetar el derecho a la vida del ser humano desde su mínima expresión originaria de embrión, pero la ciencia no siempre actúa con total independencia y libre de presiones. La tentación de usar la ciencia en apoyo de ideologías que le son extrañas ha acompañado al desarrollo de la ciencia moderna (Filosofía de las ciencias, Artigas, Eunsa, pág. 18). Con frecuencia se amparan bajo la bandera de la ciencia múltiples intereses comerciales altamente potentes.
Son tan humanos los embriones clonados con fines terapéuticos como los obtenidos con fines de reproducción humana. Se habla mucho de los fines terapéuticos, para justificar la creación de embriones clonados sin querer verlos como seres humanos y sin considerar que esos fines se pueden alcanzar por otras rutas, que evitan recurrir a la destrucción de los embriones. Por eso el Parlamento Europeo señaló a este propósito que “es necesario hacer el máximo esfuerzo posible en lo político, legislativo, científico y económico para favorecer las terapias que utilizan las células estaminales de sujetos adultos”. Ya se ha avanzado mucho y con mucho éxito por ese camino en la investigación médica.
Independencia del origen. La ciencia debe estar sujeta al servicio del ser humano. No es lícito utilizar, para fines curativos, los embriones humanos que ya tienen derecho a la vida desde el momento de la concepción, cualquiera que sea su origen, natural o artificial, lícito o ilícito. No son objetos farmacéuticos de libre uso comercial, sino seres humanos que hay que respetar. La alternativa ética que proponen el Parlamento Europeo y la Pontificia Academia para la Vida (25/8/00) está en la utilización de las células estaminales procedentes de sujetos adultos (“Ética y célula madre”, Dr. Leonel Sáenz Herrera, Heredia Hoy, noviembre 2001, pág. 11).
Como ya se ha hecho, por fortuna, en Costa Rica con la universalmente conocida Declaración de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia (15/3/00), orgullo del país entre las naciones, debemos empeñarnos en procurar que el progreso técnico y la responsabilidad ética avancen juntos. Conviene recordar que no todo lo que es técnicamente posible es también moralmente lícito, como enseña Juan Pablo II (4/10/01).