La teoría de la espiral del silencio fue expresada por primera vez hace unos 20 años por la directora del Centro de Investigación de la Opinión Pública de Allensbach, Elisabeth Noelle-Neuman. Se puede explicar como el proceso por el que una mayoría se inhibe y calla ante los que expresan abiertamente y defienden confiadamente una opinión minoritaria -porque están convencidos de que es adecuada y piensan que acabará siendo aceptada por todos-, y hacen que parezca más fuerte de lo que realmente es, hasta llegar a ser dominante.
Los medios de comunicación nos muestran guerras, homicidios, robos, abusos, depravaciones, etc. y, a raíz de eso, algunas personas pueden hacerse la imagen de un mundo que se desmorona irremediablemente, de una civilización en plena caída libre.
Demostración de fe. En días pasados el mundo ha contemplado escenas espectaculares, también a través de los medios de comunicación. Miles de personas se dieron cita en Roma para mostrar su gratitud a Juan Pablo II. Gente rezando, jóvenes y viejos, sin ninguna clase de complejos, con naturalidad. Ninguna de las miles de personas que pasaron por Roma esos días, o los que lo vivimos por medio de la televisión, lo hizo por intereses económicos, de ninguna manera; lo hicieron y lo hicimos por nuestra fe.
Imagino que las personas que profesan otros credos o costumbres habrán quedado hondamente impresionados por esa manifestación de unidad, solemnidad, fraternidad y, sobre todo, naturalidad. Esas imágenes que hemos visto en la plaza de San Pedro y en el mundo, nos muestran a la Iglesia Católica unida alrededor del Sumo Pontífice. Ante esto cabe solo una reflexión: ¡más de 2.000 años!
Y, pese a los ataques de que es objeto por parte de algunos un tanto miopes de la historia que intentan ignorar y hacer ignorar las raíces cristianas de nuestra civilización, los católicos aún pueden gritar a esas minorías: "¡La Iglesia está viva! ¡La Iglesia es joven!".