Recordatorio oportuno en horas de crisis y de comedias: condiciones para ejercer con decoro cargos públicos elevados...
1º Integridad moral, a sabiendas de la imperfección propia del ser humano. 2º Capacidad intelectual, pues, con frecuencia, los tontos son más peligrosos que los corruptos. Con todo, si se combinan la tontera con otras deficiencias, por ejemplo, la ambición, la catástrofe y el ridículo están a la vuelta de la esquina.
3º Sentido común o cualquiera de sus sinónimos: criterio, buen juicio, discernimiento, sensatez, circunspección, regidos todos por la sindéresis, que señala las normas más necesarias de la acción humana y que es al orden activo lo que la inteligencia en el orden especulativo. (Si el inspirador de esta columna no entiende este párrafo, no se preocupe. Siga adelante.)
4º Equilibrio mental (con su corte de sinónimos). Este requisito es capital en un político o en un funcionario público, máxime si se trata de un miembro de los supremos poderes, que si no está bien del magín, se convierte en actor y autor de los supremos disparates y, sin darse cuenta, de las más sabrosas comedias que, en la función pública, pueden desembocar en tragedias.
5º Carácter para tomar decisiones y ejercer la autoridad. Su ausencia es la enfermedad de nosotros los ticos.
Obviamente, pueden darse toda suerte de combinaciones entre estos cinco requisitos. Ya nos referimos a la mezcla de la tontería con la ambición. Alguien puede ser tonto, pero bueno; pillo, pero equilibrado; equilibrado, pero mentecato; culto, pero pusilánime; cobarde, pero inteligente. Dejamos al buen gusto y talante del lector realizar todas las combinaciones posibles y aplicarlas a no pocos compatriotas en esferas de poder, de ahora y de antes.
Hay, sin embargo, tres tipos de aleación en esta tetralogía mental y ética de la función pública. La primera es una aleación graciosa: la trilogía del tonto, el ambicioso y el desajustado. La segunda es una aleación explosiva: si a las tres citadas se agrega la violencia. La tercera es la aleación del cinismo: inteligencia, corrupción y equilibrio mental.
La explosiva o violenta no ha sido común en Costa Rica. La aleación cínica ha exhibido a ciertos personajes de coturno y nombradía. La aleación graciosa, en cambio, ha sido más frecuente. Es imprevista, fatua, desleal, oportunista y padece de delirio de persecución. La hilaridad que provoca es la resultante de la realidad de estas deficiencias y de la inconsciencia de quien la sufre.
¿Una personalidad secuestrada? Más bien, una personalidad que inspira una gran compasión y unos deseos enormes de musitarle al oído... villancicos de paz.