Día tras día leo, miro y escucho asombrada y molesta como algunos integrantes de los del SÍ y los del NO se atribuyen el monopolio de la verdad, la honradez y la decencia.
Se atacan, calificándose de vendepatrias o retrógrados, de pasionales o de fríos intelectuales, de indiferentes o socialistas extremos, de mentirosos o exagerados, y nos hacen creer que todos los que compartimos una decisión ante el TLC (la que sea) tenemos las mismas razones y apoyamos los mecanismos usados para convencer a los que no se han resuelto o, peor aún, para agredir a quienes están “al otro lado de la calle”.
Coincidencia. Aunque se vea obvio, parece que muchos han olvidado que los grupos del SÍ y del NO estamos compuestos por una rica variedad de agrupaciones e individuos, todos diferentes entre sí, quizás, incluso, con una combinación de valores personales que, en otros temas, nos harían ser contrarios, pero que esta vez nos han hecho coincidir.
Señores: en ambos grupos hay gente honesta, decente, cuyas opiniones son válidas para ellos y, por tanto, debemos respetarlas.
No se vale incitar al ataque personal, subestimar el pensamiento y los sentimientos de los demás ni intimidar a quienes no se atreven a expresarse para no ser etiquetados con algunos de los coloridos adjetivos que nos hemos inventado en estos meses.
No se vale que digan que por nuestros votos alguna gente se verá perjudicada; olvidan que en entre esa gente están nuestras familias y que el amor por ellas nadie puede ponerlo en duda.
No se vale que nos “echen en una misma canasta” para justificar los abusos de la libertad de expresión. Las generalizaciones nunca han sido buenas y, la verdad, son odiosamente simplistas.
Por desdicha, la imagen de los grupos se construye con los aportes de todos los que los integramos.
Responsabilidad. Por más diferentes que seamos entre nosotros, y esto nos enriquezca, es un hecho que “comunicacionalmente hablando” somos al final: los del SÍ y los del NO, por lo que el comportamiento inadecuado de otros nos perjudica a todos, cuando cada quien debe ponderar bien la responsabilidad que conllevan sus acciones.
De cada uno dependerá que nuestros argumentos sean valiosos, sinceros y con personalidad, y que por ello nos acompañen más personas. Los insultos y las mentiras deben quedar fuera y no generar ruido en este diálogo nacional.
Costa Rica vive un momento histórico, donde gracias al TLC la gente ha comenzado de nuevo a discutir sanamente, pero debemos tener claro que este tema no está sobre las personas, la vida, la felicidad, la familia o los amigos... y que nadie tiene el monopolio de la verdad, la honradez y la decencia.