EscucharSimón Bolívar utiliza por primera vez la expresión “seguridad social”, en su discurso de Angostura (feb. 1819), cuando dice: “El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política”.
Posteriormente, en su mensaje de convocatoria al Congreso Anfictiónico de Panamá (1826), dijo: “La mejor forma de gobierno es la que puede dar al pueblo el máximo de seguridad política, de seguridad económica y de seguridad social”. Alemania aprueba el seguro social obligatorio el 17 de noviembre de 1881, mediante un modelo de contribución tripartita por parte del Estado, los patronos y los trabajadores, el cual se extendió por el mundo.
Nuestro seguro social data de 1941. Pese a las frecuentes críticas que recibe sobre aspectos que sin duda podrían mejorarse (plazos para algunas citas con especialistas, tiempo de espera para citas y consulta externa, por ejemplo), es un valor social que ha impactado positivamente los índices de salud, traducidos en términos prácticos en personas con mayor esperanza de vida al nacer y mejores condiciones de vida pues las enfermedades por causas prevenibles no suelen ser causa de muerte.
El seguro social se llama así precisamente porque brinda la seguridad de atención ante una enfermedad o accidente y de prestación económica en la invalidez, vejez o muerte. Como todos somos diarios testigos de las bondades de la CCSS, esta es defendida casi unánimemente por la población.
Por ese motivo, aunque sorprende, no asusta que algún político pretenda minarla; porque para cualquier cambio significativo como la voluntariedad en la afiliación (lo más grave que podría ocurrir pues rompería el principio de solidaridad característico del modelo) se requeriría de una reforma legal que se vislumbra difícil de pasar.
Pero también es pertinente decir que muchos de sus enemigos han estado adentro: comprando equipo innecesario, pagando sobreprecios por medicinas, distorsionando las filas con “biombos”, en fin, haciendo que la institución pierda su rumbo y sus fines desde los puestos de decisión y ejecución.
Nuestro país parece tener consolidada su estabilidad política, su seguridad política, basada en el sistema electoral, aunque el reto de una democracia más participativa sigue en agenda.
Agenda pendiente. En cuanto a seguridad económica, el acceso a empleos remunerados y pensiones adecuadas en forma tal que se puedan satisfacer al menos las necesidades básicas (que deben incluir el descanso y la recreación) son parte de la agenda pendiente vinculada a deserción escolar y colegial, brechas entre educación pública y privada y rural y urbana, drogadicción... en fin, en todas las fuentes primarias de la exclusión.
¿Cómo puede lograr un sistema de gobierno la “mayor suma de felicidad”? ¿Qué es la felicidad? ¿Acaso un valor relativo? ¿Qué hace feliz a las personas? Y lo que nos hace feliz ¿es bueno o es malo o acaso, al menos, saludable? Nuestro poeta Debravo la define en su anhelo para cada día: “Pido ternura, cena, silencio, pan y casa”.
Llama la atención de la frase de Bolívar que se refiera al gobierno “más perfecto”, cuando la perfección es un valor absoluto: es perfecto, o no lo es. ¿Será acaso que el Libertador, sabiendo de las dificultades para alcanzar la perfección del sistema simplemente quiso expresar que era la máxima expresión de perfección posible?
Por ahora, yo sigo creyendo que, pese a todo, la democracia sigue siendo “el sistema más perfecto”, con un camino construido en las imperfecciones del transitar y donde la responsabilidad ciudadana debe exigirnos, desde la trinchera propia, incidir para que lo siga siendo, pero en mejor forma.
