En La Nación del 30 de mayo, un artículo del redactor Marvin Barquero habla de la posibilidad de destrucción por aire mediante fumigación aérea con sustancias agroquímicas de las plantaciones de banano en estado de semiabandono que hay en la zona sur, específicamente en el área de Palmar Sur.
A quienes hemos trabajado en esa actividad no nos sorprende que tales plantaciones estén hoy fuertemente afectadas por la sigatoka, enfermedad de origen fungoso. Más aún, coincido con las autoridades del MAG: representan un riesgo que hay que conjura
Improcedente. Sin embargo, me parece absolutamente improcedente y de alto riesgo la eventual decisión de fumigar vía aérea las 1.000 hectáreas de bananales que menciona la nota. La negativa de los propietarios de las plantaciones al ingreso de funcionarios y equipos del MAG (que, supongo, es el caso) no justifica una acción masiva que conllevaría múltiples consecuencias.
Se destruiría no solo el banano establecido sino los cultivos de subsistencia de la gente que vive ahí; se contaminarían las aguas de escurrimiento y, dependiendo del herbicida que se use, se vería afectada la salud de los moradores de la región. También los cultivos y hatos de las zonas aledañas podrían verse amenazados y se alteraría significativamente el ecosistema local. Esta área del Pacífico sur es abundante en pájaros y reptiles, entre otras especies animales.
Además, la erradicación definitiva del banano no se logra con una sola fumigación de herbicidas (por el alto poder de repunte de los rizomas de esta musácea, se necesitarían varios ciclos de fumigado).
No estoy enterado de las ayudas económicas que a su debido tiempo entregaron las autoridades del gobierno y del sistema bancario nacional a los dueños de estas fincas bananeras pero repito se debe agotar toda posibilidad de arreglo entre las partes antes de llevar a cabo una acción tan radical.
Las mejores. Las tierras de vocación bananera fueron seleccionadas por técnicos en esa especialidad agronómica como las mejores del país en cuanto a drenaje natural, profundidad, contenido de materia orgánica y otras características deseables. Además, una infraestructura de caminos internos y un sistema de avenamiento completo y técnicamente diseñado hacen de estas tierras las más preciadas del país en términos agroeconómicos.
Y, para terminar, ¿por qué no ofrecer como alternativa a los agricultores sureños la financiación y tecnología adecuadas para que se conviertan en productores exitosos de granos básicos como maíz y frijoles, para lo cual esta zona reúne condiciones casi perfectas? ¿Por qué no hacer de los antiguos bananales un pequeño corn belt para Costa Rica?
(*) Agrónomo