Costa Rica está destinada a la grandeza, como América entera, en especial las producciones de su espíritu. No es posible cerrar los ojos a lo evidente, no asombrarse ante la pintura de Rafa Fernández, la escultura del alajuelense Edgar Zúñiga o las canciones de Malpaís, por mencionar lo obvio, aunque nuestro territorio provea una proporción de compradores tan pequeña. En México un 0,005 % de la población que comprara tu producto bastaría para hacerte rico. Cuestión de proporciones. Nada que no resuelva el vasto mercado planetario, también aplicable al arte, al libro, al disco.
El 26 de diciembre, Canal 15 transmitió un concierto que tiempo atrás grabó al grupo Claroscuro, integrado solo por mujeres. Según entiendo la agrupación ya no existe. Pecado capital. Como si se desintegrara Editus. Claroscuro es demasiado bueno: belleza e inteligencia de las letras, compromiso con humanismos universales y la causa de la mujer, delicada poesía de amor, música hermosa fácil a la memoria, arreglos que destacan la textura del tema. Todas sus integrantes nos maravillan por razones diversas.
Emocionante abrazo. El cierre del concierto con Ana Carter, vestida con un imponente traje azul de algún rincón de América, descalza, cantando con su exótica y plantada voz, a petición, la Macorina eterna de Chavela Vargas, puso de pie a las y los centroamericanos reunidos en el Teatro Nacional. Las “muchachas” bajaron a platea y se mezclaron con el público, como si ellas mismas necesitaran el abrazo. Emocionante. De verdad.
El pecado de clausurar un proyecto de arte mayor no tiene perdón. No hay argumento que valga. Ni la edad de nadie, como prueban los 80 años de Chavela (y queda aún el práctico recurso de la cirugía plástica), ni las disensiones por orgullo, personalismo, o lo que sea. Nada pesa más que una misión a cumplir. Cómo perdonar que se guarde una encendida lámpara. “Nadie tiene derecho a lo superfluo, mientras alguien tenga necesidad de lo esencial”.
La valentía la tuvieron años atrás, muchachas. Es hora de seguir adelante. Es fácil suponer que todas tienen nuevos poemas y canciones que piden volver al escenario. La diosa de las artes, el amor y la belleza es una misma, y ninguna paga mejor que Venus o Afrodita a quien se ofrenda a su servicio.