El maestro Jesús Bonilla Chavarría falleció precisamente el día en que cumplió 88 años. En 1935, a los 24 años, compuso la dulce y sublime canción Luna liberiana. Sentado en la acera de La Copa de Oro, 100 metros al sur de la Gobernación, una noche de verano, la luna ofrecía un hermoso regalo de Dios a la Liberia con calles de arena blanca y sus viejas casonas de igual color. La Ciudad Blanca dormía en profunda quietud cuando surgió, como un "chispazo divino", la composición que describe el ascenso entre nubes de aquella luna e inmortalizó al Maestro Bonilla.
Don Jesús nació en Santa Cruz, pero le cantó a toda su amada provincia de Guanacaste desde que era un niño. Por eso el Cantón de Cañas lo declaró Maestro de Maestros en 1978, Santa Cruz su Hijo Predilecto y los concejos guanacastecos, en 1990, Hijo Benemérito de la provincia.
Guanacaste está de duelo, porque falleció uno de sus más señeros y preclaros hijos: el maestro que le cantó con profundo amor a nuestra luna, ríos, montañas y llanuras, a la fiesta brava y a las costumbres, el más rico tesoro nacional. Sí, ha muerto, pero los genios son eternos.
Hablar del maestro Bonilla es hablar de la música universal. Si Johann Strauss creó en Viena, para el mundo, sus grandes valses, él, aquí en Guanacaste, creó sus grandes valses de concierto: Salve, oh Viena, Vals del Recuerdo, y sus valses de salón: Flory, Sonia, Floreció un rosal y Merceditas; también compuso la música del Himno a la Anexión de Guanacaste.
Fue maestro en escuelas y colegios guanacastecos y alajuelenses, de ahí que muchos costarricenses nos consideramos sus discípulos, con quienes cultivó dulce amistad y siempre dio consejo oportuno.
Si Heitor Villalobos elevó al campo sinfónico el folclor brasileño con sus famosas vashiadas, don Jesús elevó también al campo sinfónico el folclore guanacasteco, con sus grandes fantasías: Escenas guanacastecas, Una fiesta en Liberia, El sabanero. Si Beethoven creó su famoso Claro de Luna, Bonilla arrancó Luna liberiana a una a noche en la Ciudad Blanca.
A este singular artista, por egoísmos y mezquindades, no le permitieron dirigir su máxima obra: Sinfonía coral, por lo que deploro como guanacasteco que no se le concedieran realizar el gran sueño de su vida. Sin embargo, no se ha extinguido, porque los genios no mueren.
(*) Abogado