El 13 y 14 de setiembre tenía un compromiso personal en Houston, Texas. Decidí visitar antes Miami, para disfrutar de tan atractiva ciudad unos días. Desafortunadamente, durante ese período, previo a mi visita a Houston, fue sorprendida la Florida por la posible llegada destructiva del huracán Floyd.
Lo que me ha motivado a escribir lo sucedido no es solamente la posible tragedia que hubiera sido la pasada del huracán, sino la disciplina total del pueblo norteamericano para hacerle frente a la posible emergencia. Las numerosas estaciones televisivas locales informaban, tanto en inglés como en español, los peligros que el huracán ofrecía a su paso y la prohibición de que todo individuo estuviera fuera de sus casas; el cierre absoluto de los malls, restaurantes, y parques de diversiones, inclusive Disney World.
Las indicaciones por la televisión se cumplieron a cabalidad, los pobladores se proveyeron de todo lo recomendado por el Centro de Huracanes: baterías, focos, latas, agua, etc.
Lo más espectacular de todo fue que el huracán no llegó, debido a corrientes atmosféricas distintas que venían de tierra, por lo que se desvió al noroeste. La ciudad de Miami gozaba hacia el norte de un lindo sol y cielo azul, pero la gente, como había orden de no salir, a pesar de estar el día despejado y bonito, no lo hizo, hasta que la televisión comunicó que el peligro había pasado.
Una experiencia vivida en un pueblo ordenado, civilizado y educado que se libró de una enorme tragedia. ¡Aleluya!
(*) Médico