Entre la invasión de la URSS por la Wehrmacht y el ataque japonés contra Pearl Harbor, Winston Churchill y Franklin Roosevelt firman, el 14 de agosto de 1941, la Carta del Atlántico, a fin de crear un sistema permanente de seguridad general. El 1º de enero de 1942, 26 países suscriben la Declaración de Washington, que consagra la expresión "Naciones Unidas". El 26 de junio de 1945, se firma en San Francisco la Carta de las Naciones Unidas, y en un día como hoy, hace 50 años, la ONU se puso en marcha. La paz inició entonces un fecundo, pero a la vez errático, proceso de institucionalización.
La Organización de Naciones Unidas, a pesar de sus yerros y distorsiones, representa la máxima creación institucional para preservar la paz. Desde esta perspectiva histórica, su principal logro es su misma existencia y su supervivencia como máximo foro universal. Su fuerza reside en el poder de la palabra --la antítesis de las armas-- encarnada en el diálogo y en el debate. Su valoración depende, por lo tanto, no solo de sus resultados concretos, sino de la respuesta a una pregunta clave: ¿qué ocurriría en el mundo si desapareciese la ONU? Esta presunción sobrecoge el espíritu y puede ser el recóndito motor de las reformas que, en estos días, se han propuesto sobre el porvenir de esta organización.
La ONU ha sido objeto de duros, y a menudo justificados, cuestionamientos. Con todo, no puede ser mejor que las partes que la componen, la mayoría extraña a los derechos humanos, ni ajena a las transformaciones geopolíticas en estos 50 años. Al nacer, de 51 miembros solo 10 pertenecían a Asia y Africa. Luego, a partir de 1960, sobrevino el proceso de descolonización que nutrió sus huestes. En el orden ideológico, reflejó 45 años de guerra fría, en cuyo período una mayoría mecánica, extraída de los países no alineados, la sujetó a los intereses de la URSS. Entre 1945 y 1955, la Unión Soviética interpuso 77 vetos en el Consejo de Seguridad. Con la disolución de la URSS, comenzó a forjarse un nuevo multilateralismo, cuya prueba de fuego fue la liberación de Kuwait. Por primera vez, el Consejo de Seguridad acogió el recurso de la fuerza militar consignado en el artículo 42 de la Carta. Esta energía puede configurar la acción futura de la ONU frente al terrorismo, la agresión y el narcotráfico.
Los logros de la ONU han sido relevantes. Entre ellos sobresalen la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la acción pacificadora en Corea, la creación del Alto Comisionado para los Refugiados, la intervención en la crisis de Suez y en Líbano, en Angola, Namibia, Camboya, Kuwait y la antigua Yugoslavia, Somalia, Haití y Ruanda. Significativo ha sido, asimismo, su esfuerzo en la lucha contra la pobreza, la protección del medio ambiente, el desarrollo humano sostenible, los derechos de la infancia y de la mujer, la cooperación internacional, la promoción de la salud y los derechos sobre el mar.
En las puertas del siglo XXI, la ONU cuenta así con un arsenal de espléndidos instrumentos de acción, de experiencias y de normas, a fin de hacerles frente a los enormes desafíos y demandas de la humanidad. Su eficacia futura dependerá de las transformaciones administrativas y políticas que se realicen en estos años, así como de la firme voluntad de las naciones poderosas de cumplir fielmente sus obligaciones financieras. Este ha sido el tema central en este cincuentenario. El secreto reside en que los Estados miembros consideren a la ONU como una prioridad y no como un apéndice o un utensilio político. La paz mundial, fundada en el desarrollo y en los derechos humanos, pasa necesariamente por su renovación y sostenimiento.