Opinión

El coyote y el correcaminos

Una triste causa: destruir por destruir

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Una tarde de 1963, mamá y yo corríamos de mi escuela hacia la casa con gran emoción: nuestro primer televisor había llegado. Pertenezco, pues, a una de las primeras generaciones que vieron televisión desde su infancia. En esa época me hice fanática de las fábulas y muchas de ellas todavía las disfruto.








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