
La creencia en la existencia de ciclos, es fundamental en la ciencia. La observación de fenómenos repetitivos, tales como el ciclo celular o el ciclo del agua que nos enseñaron nuestras buenas maestras de ciencia, nos lleva a la creencia de que dichos fenómenos se repetirán mañana y luego al siguiente día con constancia de reloj. Este tipo de razonamiento es llamado razonamiento inductivo y es la razón de las victorias científicas.
Sin embargo, siempre existe el riesgo de que nos equivoquemos y mañana al planeta Tierra se le ocurra dejar de girar, como lo ha hecho por siglos. Luego al vapor de las nubes le da un berrinche y no se condensa, lo que nos deja sin lluvia y para cerrar con broche de oro, la fuerza de la gravedad se multiplica por mil, dejándonos a todos convertidos en sopa. Sin embargo, suponemos que esto no sucederá y podemos, entonces, dormir tranquilos, sin temor a un cataclismo cósmico.
En el mundo de la astronomía, los cometas son cuerpos celestes de comportamiento cíclico. Podemos dividirlos en dos tipos: cometas de ciclo corto y cometas de ciclo largo. El famoso cometa Halley es un ejemplo de un cometa de ciclo corto. Basándose en características descritas y documentadas, Edmund Halley concluyó precisamente que los cometas observados en 1531, 1607 y 1682 eran el mismo cometa que visitaba la Tierra cada 76 años.
Sin embargo, existen cometas de ciclo largo, tales como el cometa Hale-Bopp , cuyo horario de visitas es desconocido, por lo que podríamos hablar de cientos o de miles de años. Pero, si aplicamos de nuevo el razonamiento inductivo, concluiremos que el comportamiento de este cometa es cíclico y, aunque no sabemos cuándo volverá, creemos que lo hará en períodos de tiempo constantes, como lo haría cualquier otro cometa que se respete. La secta Puerta del Cielo decidió que el día 26 de marzo de 1997 era un buen día para suicidarse colectivamente, y viajar en espíritu al ovni que los esperaba tras el cometa Hale-Bopp .
Para estas personas en particular, tal y como se pensaba en la antigüedad, la aparición del cometa fue precisamente el desastre (palabra que en griego significa “mala estrella”).
Resulta que no solo en astronomía tenemos ciclos, también en economía aparecen. Se conocen al menos tres crisis sistémicas y otras cíclicas del sistema llamado capitalismo, como por ejemplo, la que sucede a mediados del siglo XVIII, acompañada del desarrollo de la Revolución Industrial, la Independencia de los Estados Unidos y la Revolución Francesa, aquella otra del siglo XIX muy amiga de diversas revoluciones europeas y por supuesto, la Gran Depresión del 1929.
El economista Joseph Clément Juglar logra demostrar que las crisis no suceden en forma azarosa, sino en forma cíclica, determinando períodos repetitivos de ocho años y medio, llamados Ciclos de Juglar. Es el mismo Keynes, quien señala que existen en el comportamiento del mercado, facetas ascendentes y descendentes, con secuencia y duración regular. Si estos no son ciclos, ¿qué serán?
Evadirse de la realidad, tal y como lo hizo la secta Puerta del Cielo, no es más que abrir la puerta al infierno. Los problemas no desaparecen con meter la cabeza en un agujero y pronunciar las palabras mágicas: “Esto no está pasando, solo es producto de mi imaginación”.
Debemos asumir procesos previsores de planificación racional, que respalden a los que menos tienen, a los sectores humanos con mayores desventajas en momentos de crisis: nuestros niños y nuestros ancianos. Las reservas alimentarias deben ser suficientes al largo plazo, de modo que aseguremos, que ni la escasez y mucho menos el hambre entrarán en nuestras escuelas y colegios.