Pobre, amada por los suyos y despreciada por el sistema de seguridad social del país.
Así llegó al final de sus casi 104 años, el pasado martes, Cándida Rosa Vigil Mongrío, en Los Chiles.
Su caso puede ser una fría cifra o estadística para nuestra flamante Caja Costarricense de Seguro Social. Pero para ella y quienes lucharon por que le asignaran una exigua pensión de ¢10.000, el hecho no es más que una afrenta a los derechos humanos y al sentido común.
Cándida disfrutó de una pensión del régimen no contributivo durante 23 años. Sin embargo, en julio de 1999, algún sabio burócrata decidió que no le correspondía el beneficio porque carecía de documentos que probaran su origen costarricense.
¿Cómo iba a tener papeles si, cuando nació en el selvático Sabogal, en 1898, no había condiciones adecuadas para el registro civil?
Por muchos años Cándida fue la partera de la zona, fue parte de un rudimentario sistema de atención médica.
Con esos y otros atributos la Caja le negó su pensión.
Tras divulgarse su caso el pasado 15 de agosto, don Abel Pacheco ordenó revisar su expediente y concederle el estipendio.
Sin embargo, Cándida volvió a topar con obstáculos.
El jefe de un departamento de la Caja aseguró que la viejita tenía que cumplir con todos los requisitos para optar a su pensión. En una sección contralora de servicios de salud hasta cuestionaron el origen de los apellidos de la abuela.
Los peros acompañaron a Cándida hasta el último momento, mas no así el cariño de sus familiares y el reconocimiento de un pueblo que por muchos años la consideró una desinteresada servidora pública. Paz a sus restos.