En noviembre del año pasado invité a los pioneros que dirigieron y construyeron el Acueducto Orosi a celebrar los 20 años de esta importante obra pública que hoy suministra el agua a más de 400.000 personas de San José. Acudieron a la cita experimentados ingenieros y operarios que con tesón lograron conducir más de 2000 litros por segundo desde la zona alta de Orosi a los 1700 metros de altitud hasta la planta potabilizadora en Tres Ríos, recorriendo unos treinta kilómetros de tuberías de acero de más de un metro de diámetro.
La tónica del encuentro fue la vida útil casi por terminar de esta importante obra y los nuevos planes que hemos lanzado para garantizar el abastecimiento de San José para año 2050.
Muchos josefinos no se enteraron de esa cita. Sin embargo, por averías ocurridas semanas atrás en la zona de Coris de Cartago que inesperadamente afectaron el servicio, los pobladores sí volvieron a recordar de donde viene su agua y lo que representa su traslado y tratamiento para que llegue con calidad potable a sus hogares.
Tres realidades. Lo ocurrido con lamentables consecuencias en la continuidad del servicio puso en relieve tres importantes realidades: que el acueducto Orosi es vulnerable a eventos naturales y a posibles intervenciones humanas; que San José debe estar preparado para otros posibles eventos y que no tenemos una cultura sobre el agua que la valore en proporción a la adicción que tenemos de ella.
Sobre la vulnerabilidad del acueducto, no nos sorprendamos pues la zona que atraviesa a tres metros de profundidad posee varias fallas locales. Es un área con comportamiento sísmico, la trayectoria de la tubería de acero soldada cada doce metros sube y baja cerros, cruza ríos y se desplaza debajo de calles, deslaves, deslizamientos activos, urbanizaciones, industrias y minas antes de finalmente pasar por un túnel debajo de la Carpintera.
Todo esto se planificó y construyó así hace más de 20 años sobre firmes bases técnicas y de diseños correctos, con las vulnerabilidades de toda obra civil que AyA desde luego conoce y monitorea permanentemente. Lo importante es saber de las vulnerabilidades son reales y normales, pues algún medio de comunicación quiso atizar el fuego al lógico descontento por la situación y destacó el hecho como falta de previsión de AyA, buscando culpables y hasta se preguntó el por qué se depende de una sola línea de conducción y no existe otra a la par para evitar estas emergencias.
Planes de contingencia. La preparación ante posibles quebrantos en la salud de este acueducto pasa por varios planes de contingencia que AyA activa inmediatamente mediante interconexiones de otras fuentes como el sistema de pozos de La Valencia o el sistema de Puente de Mulas, distribución de agua por camiones cisternas y la habilitación de hidrantes para la recolección de agua en puntos estratégicos.
Sin embargo, ninguna de estas medidas restaura la calidad y cantidad del servicio durante el tiempo de una emergencia que en este caso estuvo acompañada de adversidades adicionales que lamentablemente atrasaron todavía más la anunciada reparación de la avería.
Quien escribe, anunció el Plan Maestro para el Abastecimiento del Área Metropolitana, el cual ha sido licitado y estará listo hacia el final de la presente administración. No obstante, esos planes debieron haberse lanzado muchos años atrás, y ahora lo hacemos a sabiendas de que la principal obra de acueducto del país llega a su vida útil en unos pocos años.
Sin embargo, aparte de la ausencia de planificación de Estado en estos asuntos, deben transformarse los marcos tarifarios con los que se cuenta: no podemos seguir pagando un agua tan barata en Costa Rica y seguir contando con esquemas de regulación de corto plazo basados en la contabilidad del año anterior que no toman en cuenta las costosas inversiones futuras.
Al final, la vulnerabilidad del acueducto Orosi es una vulnerabilidad inaceptable en las políticas públicas, en la planificación y regulación del servicio de agua potable, en la cultura del agua de la cual carecemos. Hoy retomamos esas carencias con ánimo constructivo para que ninguna lanza oportunista quiera aprovechar la emergencia vivida con ánimo de golpear a los responsables actuales de ésta vía vital de salud y desarrollo.