El precio del crudo y de los derivados del petróleo interesa a todos los países del mundo. Importa en las pocas naciones productoras como Venezuela, Rusia y Arabia Saudita, así como a los consumidores, entre ellos los centroamericanos. Los primeros se benefician con los aumentos, los segundos con las reducciones del precio de esa materia prima fundamental.
Los productores están organizados en la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), pero no todos pertenecen al organismo. Rusia, por ejemplo, no está integrada, aunque algunas veces se adhiere a los acuerdos para restringir la oferta y forzar alzas del precio. Tampoco la OPEP opera como el típico cartel, pues algunos miembros se han separado de los acuerdos para reducir la oferta y más bien han aprovechado para expandir la suya y ganar cuota de mercado.
Después de superar los $100, el barril de crudo bajó, poco a poco, hasta los $50 en tiempos recientes y luego repuntó a $70 y más. Ahora, las noticias pronostican un probable abaratamiento en el segundo semestre de este año, pues tanto la OPEP como Rusia podrían aumentar la extracción del hidrocarburo.
El precio del petróleo se ve afectado por factores económicos (en su extracción median diversas técnicas y costos) y geopolíticos. Las sanciones de los Estados Unidos a Venezuela e Irán llevaron a una reducción de la oferta, pero un acuerdo inusual entre Rusia y Arabia Saudita, el mayor exportador del mundo, permitieron ampliarla. “Sin duda, Rusia quiere incrementar la oferta desde hace tiempo, pero es la primera vez que Arabia Saudita se expresa tan claramente en apoyo a un aumento de la producción”, dijo un analista de WTRG, empresa consultora en materia de energía.
En ese caso, se estaría en presencia de una muy buena noticia para Costa Rica y para los vecinos del Istmo centroamericano. En nuestro país, las reducciones en el precio del crudo y de los derivados del petróleo podrían conjugarse con elevaciones en el tipo de cambio que, en parte, anularían el efecto favorable, pero la situación sería peor si el valor del crudo se mantuviera alto.
En cambio, la perspectiva es dura para Venezuela, no solo porque sus costos de producción son relativamente elevados, sino porque la combinación de precios bajos con cantidades exportadas también menores se conjugan para reducir significativamente los ingresos. Las políticas internas han contribuido a crear penurias extraordinarias, entre ellas la acelerada pérdida de productividad de la industria petrolera.
Cuando los precios alcanzaron niveles altos, la economía venezolana, que tiene pocas otras fuentes de ingreso, se expandió y el presidente Hugo Chávez aplicó políticas populistas para mantenerse en el poder. Pero vinieron años de vacas flacas, a los cuales se unieron años de políticas económicas más flacas aún, alejadas del sistema de mercado y de sus incentivos. Hoy, Venezuela vive una calamidad y no se vislumbran acciones correctivas mientras el país sea gobernado por políticos que, como Nicolás Maduro, comparten la “filosofía” del socialismo del siglo XXI.
LEA MÁS: ¿Y Venezuela qué?
Venezuela no estuvo en condiciones de aprovechar las recientes alzas de precios y sufrirá, una vez más, la caída. La suerte de cada país, sea productor o consumidor, depende de factores que ninguno maneja por sí solo, pero también del buen aprovechamiento del momento ventajoso. Caracas dilapidó la suerte y está cada vez menos preparada para lucrar cuando las circunstancias lo permitan. Costa Rica, por su parte, tampoco ha sacado todo el provecho posible de los bajos precios del crudo y otras circunstancias benévolas de la economía mundial. Más allá de los precios del petróleo, las decisiones internas de cada país forjan su suerte.