El Gobierno de la República, la Cámara de Bancos y otras organizaciones del sector empresarial, incluidos algunos partidos políticos, solicitaron al Banco Central reducir los encajes bancarios aplicados a los depósitos a la vista captados a diferentes plazos. El argumento –aducen– es que en las circunstancias actuales conviene incrementar la liquidez para que los bancos comerciales aumenten sus operaciones de crédito y puedan contribuir más eficazmente a paliar los efectos de la crisis en la producción y el empleo. ¿Tienen razón?
La respuesta a corto plazo es negativa. Pero a mediano plazo sí conviene reducir o, incluso, eliminar los encajes bancarios por las razones mencionadas a continuación. La primera es de carácter formal: el Banco Central se opuso. Y en esta materia técnico-financiera hay que darle al organismo especializado en la materia el beneficio de la duda. Si el Central no considera oportuno reducir ahora los encajes es porque existen, desde su punto de vista, razones válidas para no expandir la liquidez ni el crédito sin comprometer sus metas de inflación. Tampoco parece oportuna la presión ejercida por el Gobierno, en particular por el ministro de la Presidencia, Rodrigo Arias, de convocar al Banco Central y otras entidades regulatorias a reunirse con empresarios en la Casa Presidencial. Esa presión política es inconveniente cuando se ejerce sobre un ente formalmente autónomo, pero cuyo presidente ejecutivo es nombrado y removido a discreción por el Consejo de Gobierno.
La segunda consideración es de carácter histórico. Cuando el crédito crecía a tasas demasiado elevadas, como sucedió en el 2007 y buena parte del 2008, y las tasas pasivas de interés se desplomaban a niveles negativos en términos reales, el sector privado estuvo lejos de reclamar, a sabiendas de que no eran sostenibles. Pretender volver ahora a esas tasas de expansión de la liquidez y el crédito, aunque sea parcialmente, no se corresponde con una buena política monetaria antiinflacionaria. Nosotros, en cambio, le sugerimos al Banco Central mesura en la expansión crediticia por los efectos en el incremento del índice de precios al consumidor (IPC) cuando el sector privado guardaba el más conspicuo silencio.
La tercera razón se relaciona con la programación macroeconómica recientemente aprobada por el Banco Central para el período 2009-2010. La liquidez en colones se incrementará en un 15,2%, y, en dólares, un 9,8%. Esas cifras son nada despreciables, habida cuenta de que la producción prácticamente no crecerá este año (y, si lo hiciera, sería a una tasa muy baja), por lo que una expansión de la liquidez como la contemplada sería más que suficiente. El crédito al sector privado crecería aún más, a una tasa de casi un 17% en ese mismo período, por lo que aumentarlo aún más mediante una reducción del encaje tendría un efecto visiblemente inflacionario. Habría mayor presión en los precios internos y también en las importaciones, por lo que difícilmente se podría estabilizar el tipo de cambio. El programa macroeconómico contempla una reducción del déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos del 9% al 5% en el 2009. Esa reducción sería congruente con la conveniencia de evitar una crisis externa. Si se reducen los encajes, el déficit comercial tendería a crecer. Y, en tales circunstancias, el Banco Central se vería forzado a subir tasas de interés para equilibrar la balanza de pagos. Y un aumento en las tasas de interés sería, precisamente, contrario a la expansión crediticia que desean los empresarios.
Dicho lo anterior, sí consideramos conveniente reducir gradualmente los encajes bancarios para disminuir el margen de intermediación financiera (diferencia entre el promedio de las tasas activas y pasivas de interés) y reducir el costo del financiamiento bancario en Costa Rica. Recuérdese que los encajes bancarios nacieron como una reserva precautoria depositada en el Banco Central para garantizar el pago de los depósitos en los bancos comerciales. Pero, con el tiempo, se convirtieron (aquí y en otras partes) en instrumentos monetarios orientados a reducir la liquidez, sin costo para las entidades emisoras. Hoy, el Banco Central de Costa Rica puede imponer encajes sin costo por el equivalente al 15% de los depósitos. Y, desde luego, se convierten en una especie de impuestos sobre las operaciones crediticias. Por eso conviene reducirlos.
El Banco Central debe formular un plan para reducir los encajes gradualmente y someterlo al Poder Ejecutivo, Asamblea Legislativa y al país en general. Deberá considerar las fuentes que en el pasado le han obligado a aumentar la liquidez (y recurrir a elevar los encajes) como las garantías cambiarias que dio en alguna oportunidad en su historia, pero también las otras fuentes que lo han obligado a actuar de esta forma, como la masiva esterilización de liquidez (con costo para el Banco) provocada por las entradas de capital asociadas al régimen de bandas. El objetivo final debería ser eliminar el encaje y sentar las bases para estabilizar definitivamente el colón, sin necesidad de financiar sus pérdidas de operación con inflación. Le haría un gran bien al país.