La inversión extranjera directa (IED) es crucial para el buen desempeño de la economía costarricense. No solo permite el acceso a divisas extranjeras, sino que también resulta indispensable para insertarnos exitosamente en las cadenas globales de valor, conquistar mercados externos, generar miles de empleos y facilitar la transferencia de tecnología y conocimientos esenciales para nuestro sector empresarial. Además, su flujo constante ha sido fundamental para posicionar a Costa Rica como un destino turístico relevante, al facilitar la oferta de infraestructura y servicios que una demanda cada vez más exigente requiere.
Por esa razón, por décadas, el país ha hecho ingentes esfuerzos para lograr su atracción, garantizar incentivos para hacerle frente a la agresiva competencia, y mejorar las condiciones que las empresas extranjeras tienen para producir localmente. Por esa razón también, debemos estar siempre atentos al comportamiento de los flujos de esa inversión, con el fin de identificar oportunamente los peligros o fallas, tomar las acciones preventivas o correctivas correspondientes, y asegurar que su llegada no se interrumpa de una manera que nos impacte negativamente.
Recientemente, el Banco Central de Costa Rica dio a conocer las cifras de inversión correspondientes a los primeros tres meses de este año, datos que no deben pasar inadvertidos, pues reflejan una preocupante caída en comparación con el mismo periodo del año anterior. Según lo divulgado, la IED bajo el régimen de zonas francas pasó de $836,8 millones a $417 millones. En el sector turismo, se registró una caída del 28%, al pasar de $144,3 millones a $103,4 millones. En términos globales, la disminución ascendió a más de $300 millones, de $1.235,6 millones a $921 millones.
Las explicaciones ofrecidas por la gerenta de la Promotora del Comercio Exterior (Procomer) para justificar esta caída no resultan alentadoras: hubo menos inversión fresca y las empresas instaladas en el país remitieron a sus matrices grandes sumas en forma de préstamos o, añadimos nosotros, repatriando dividendos. Además, persiste una tendencia similar a la de años recientes: una proporción importante de la IED proviene de reinversiones de empresas ya establecidas en Costa Rica. Si bien esto es positivo, podría evidenciar dificultades para atraer nuevas compañías.
LEA MÁS: IED en Costa Rica: un primer trimestre de cautela, no de alarma
Desde el frente externo, la política comercial impuesta por la administración Trump durante sus primeros meses de gobierno ha provocado una gran incertidumbre internacional, y las empresas han debido reaccionar con cautela en cuanto a sus planes de inversión. Al no saber con certeza cuál será el arancel de importación aplicable, si existen fuentes alternativas para sus insumos, si la cadena de abastecimiento será interrumpida o si deberán explorar nuevos mercados, lo natural es que den un compás de espera en la toma de decisiones, hasta que haya más claridad. Esta incertidumbre podría haber afectado las cifras de principios de año, pero lo más probable es que sus efectos más perniciosos estén todavía por verse en los próximos meses.
Este panorama nos obliga –o debería obligarnos– a examinar con mayor rigor las acciones locales para contrarrestar estos riesgos. Más allá del necesario diálogo con las autoridades estadounidenses para negociar un acuerdo favorable, convendría analizar si la política cambiaria –tan criticada por los sectores exportador y turístico– está incidiendo en el comportamiento reciente de la IED; también, si el rezago en infraestructura o el colapso de la movilidad urbana constituyen obstáculos insalvables, o si las prolongadas discusiones sobre temas como la flexibilización laboral (jornadas 4-3) están teniendo un impacto real, entre otros asuntos de fondo.
Igualmente, deberíamos evaluar críticamente si la decisión del gobierno, tomada hace poco más de dos años, de romper la relación con Cinde –una organización internacionalmente reconocida por su labor– para trasladar la atracción de IED a Procomer ha producido los resultados esperados, o si está afectando negativamente la llegada de nuevas empresas.
No se trata de alarmarnos innecesariamente, sino de tomar conciencia de que el incuestionable éxito que el país ha tenido en el pasado no nos asegura que seguirá siendo así en el futuro. El contexto actual es sumamente inestable e incierto, lo que nos obliga a estar especialmente alerta. No debemos permanecer de brazos cruzados ni minimizar los riesgos que podríamos enfrentar muy pronto.

