El caso de Austelina Agüero, relatado en las páginas de La Nación el 13 de enero, ejemplifica dramáticamente la crisis de la atención médica en Costa Rica y enfatiza la necesidad de revisar el funcionamiento de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), cuyos logros del pasado no deben opacar las deficiencias del presente.
A pocas semanas de cumplir 94 años, doña Austelina se fracturó la cadera en su casa, en Nandayure, Guanacaste. No fue posible operarla en el Hospital La Anexión, en Nicoya, por falta de médicos especialistas. No había ni ortopedista ni anestesista para atender a la anciana. La internaron durante tres semanas, con intensos dolores, riesgo de infección y sin posibilidad de practicarle la intervención necesaria.
El único anestesista disponible debía atender todas las necesidades del hospital y el ortopedista disfrutaba sus vacaciones, relató la hija de doña Austelina, quien pasó con ella la Navidad. El año nuevo encontró a la anciana en el hospital nicoyano, con la esperanza puesta en una operación en los primeros días del 2017.
La falta de especialistas es un problema de larga data y sorprende su persistencia cuando la solución está en manos de la propia CCSS y demás autoridades de salud. Hay grupos de interés, entre ellos los especialistas existentes, cuyos bolsillos se verían afectados por la incorporación de nuevos profesionales especializados al cuerpo médico nacional, pero los pacientes, como doña Austelina, saldrían gananciosos.
La falta de especialistas contribuye a alargar las listas de espera, según lo admite la propia Caja. Por el mismo motivo, los quirófanos de los hospitales públicos no pueden ser utilizados en jornadas ampliadas, según lo recomendó la junta de notables nombrada para estudiar la crisis financiera de la entidad.
A falta de médicos especializados y luego de tres semanas en un doloroso limbo, doña Austelina fue trasladada al Hospital México. Pasadas cinco horas de viaje en ambulancia, llegó el 12 de enero al servicio de Emergencias del hospital capitalino para enfrentar la intervención quirúrgica y el internamiento.
Pero el Hospital México, con todos sus recursos, apenas da abasto para atender el flujo de pacientes. Un informe de la Contraloría General de la República señala los largos periodos de espera –muy superiores a las 24 horas permisibles– para lograr una cama en los principales centros médicos del país. Algunos enfermos esperan hasta cuatro días en sitios inapropiados, como los pasillos.
En parte, el embotellamiento en el Hospital México –como en el San Juan de Dios y el Calderón Guardia– resulta de casos similares al de doña Austelina, remitidos a San José por falta de condiciones y personal adecuado en los centros médicos del interior del país. Sin embargo, altas autoridades de la Caja admiten la existencia de problemas en casi todos los servicios de Emergencia.
En el Hospital San Rafael, de Alajuela, los pacientes tardan hasta cinco días para obtener una cama. En muchos casos, esperan sentados en sillas colocadas en los pasillos. Hay 19 camas en el servicio de Emergencias y hasta 25 personas en espera de conseguir una. La Defensoría de los Habitantes concluyó, luego de una inspección, que la situación es “inaceptable”.
Esa misma palabra viene a la mente cuando se piensa en el caso de doña Austelina, pero la Caja ha llevado a la práctica muy pocas de las recomendaciones hechas por la junta de notables para mejorar el aprovechamiento de los recursos. Apenas logró conjurar la crisis financiera del momento, la institución siguió su paso, pero la prestación de servicios también sufre una profunda crisis, que no podrá ser resuelta sin voluntad de reforma.