Cuando leí el agradable artículo de don Carlos Francisco Echeverría en la página 15 de La Nación, en que traducía la expresión costarricense "pura vida" al griego clásico como bíos katharós, uno de mis primeros impulsos de lingüista fue corregirle el griego.
Por estar yo más habituado -sin alarde alguno- al sencillo griego koiné del Nuevo Testamento que a los altos vuelos de la lengua de los filósofos y poetas clásicos, mi tendencia es identificar bíos con la vida simplemente vegetativa, con la mera duración de una existencia animada que puede tener sentido o no, o con los medios para sustentar esa vida. En cambio, la vida "de verdad", la que tiene sentido, la que se disfruta y se vive a plenitud, la conecto con el término griego zoé. Para "pura vida" yo no diría bíos katharós sino zoé kathará.
El término zoé lo usa por ejemplo San Juan cada vez que habla de "vida eterna" (zoé aiónios), la cual no es solamente una vida para siempre sino también una vida plena, auténtica, llena de riqueza. Al principio de su Evangelio, hablando de Cristo, el Verbo, nos dice Juan que "en él estaba la vida (zoé), y la vida (zoé) era la luz de los hombres" (Jn. 1:4). Más adelante cita las palabras del propio Jesús: "Yo he venido para que tengan vida&...; en abundancia (zoén&...; perissón)" (Jn. 10:10). El mismo San Juan comienza su Primera Epístola hablándonos del "Verbo de vida, pues la vida se manifestó&...; y les anunciamos a ustedes la vida eterna" (1 Jn. 1:1-2); esas tres veces usa zoé. En cambio, cuando se refiere a los factores que apartan a los hombres de Dios, usa bíos al mencionar "la apetencia de la naturaleza humana, la apetencia de los ojos y la jactancia de la vida (alazoneía bíou)" (1 Jn. 2:16).
Divergencia conceptual. Al reflexionar sobre eso me di cuenta -no sin dolor- de que el giro "pura vida" se usa para expresar dos conceptos completamente divergentes. Para muchos ticos (ojalá no la mayoría) la "pura vida" es bíos katharós: la vida que no tiene derrotero, la existencia superficial y absurda, el vacilón que aturde y que mata el tiempo. Para otros, en cambio (¿cuántos serán?), es zoé kathará: la vida que está llena de esperanza y de gozo porque se recibe de Dios y está en sus manos; la vida que se disfruta pero que también se entrega por los demás; la vida que lleva rumbo cierto; la vida auténtica. Y eso sin entrar a considerar qué queremos decir con "pura".
Desistí entonces de enmendarle la plana al ilustre exministro de Cultura. Me limito, por una parte, a constatar la dura realidad de esas dos clases de "pura vida"; y por otra, a anunciarles a quienes llevan un bíos katharós la alegre noticia de que tienen a su plena disposición, gratis y con garantía ilimitada, la zoé kathará.