Hoy cumple 89 años y entra en los 90 don Teodoro Yoyo Quirós Castro, empresario nacional que prestó en otras épocas sus servicios públicos como ministro de Agricultura del primer gobierno de Pepe Figueres y gerente del ITCO en el segundo; así como embajador itinerante de Costa Rica en Europa Central durante el gobierno de Daniel Oduber. Sin embargo, el mérito de don Teodoro no está en ser longevo, sino en la forma en que ha vivido, apegado siempre a la honestidad, solidaridad y rectitud que han caracterizado su vida pública.
Conocí a don Teodoro en 1971 cuando era gerente del Instituto de Tierras y Colonización (ITCO), hoy Instituto de Desarrollo Agrario, muy activo y preocupado por conseguir tierras para los grupos campesinos desplazados por la modernización y el agotamiento de las tierras de colonización. En 1972 surgió un conflicto entre los grupos organizados de campesinos sin tierras que tomaron antiguas fincas de la Bananera en el Pacífico central y sur. Estas fincas estaban siendo vendidas a precios particularmente bajos a familiares de uno de los ministros. Don Teodoro, a pesar de las presiones, no dudó en tomar la decisión de intervenir a favor de los campesinos y compró, entre otras, la tierra para una cooperativa de producción de exobreros bananeros, que tomaría el nombre de Coopesilencio.
Acertada decisión. Hoy, 33 años después, esta cooperativa tiene un gran capital humano y social en la región del río Savegre, lo que confirma su acertada decisión, que no solo lo enfrentó al ministro de marras sino que también a los técnicos propios, que no les auguraban futuro como empresarios a los exobreros bananeros.
Me encontré de nuevo a don Teodoro hace un año en su finca de café en San Pedro de Pérez Zeledón, rompiendo otra vez pronósticos fatalistas. Se encontraba trabajando en el montaje de un innovador beneficio de café, combinación de diversas técnicas de lavado y procesado de la fruta; trasladando materiales en su pickup y dirigiendo, con voz suave pero cargada con la autoridad que da la reflexión y el conocimiento, a una cuadrilla de peones que ejecutaba las tareas con igual entusiasmo y dedicación que él.
Le pregunté, preocupado por los criterios adversos que había escuchado de sembrar café por debajo de mil metros de altura, por qué estaba realizando ese esfuerzo en una zona por debajo de ese límite. Muy atento, me explicó que existen nichos de mercado en Japón y otras partes del mundo que no gustan de la acidez del café de altura y prefieren el de bajura. Señaló que el problema es que los demandantes exigen estabilidad en el sabor y eso no se logra si el procesado de la fruta no es estandarizado y de calidad en cada uno de sus pasos, de ahí de su iniciativa de montar un proceso de beneficiado acorde con las condiciones locales.
Otro éxito. Hace poco, regresando de la zona sur, volví a pasar de nuevo por su finca y me encontré el beneficio ya terminado y a don Yoyo muy contento por haber exportado el primer furgón de café a Montana con un sobreprecio importante por encima de los precios de mercado. Además me mostró la innovación realizada en sus cafetales donde, entre otros factores, ha incorporado como árboles de sombra a frutales como el araça brasileño que se da muy bien en sus tierras y tiene un alto valor en los mercados internacionales que complementa los ingresos de su finca.
Fue una grata sorpresa volver a encontrar a don Yoyo, activo y lleno de energía, ayudando a construir la Costa Rica del siglo XXI. Felicitaciones, don Yoyo, y tomemos todos su ejemplo para defender y modernizar el agro costarricense.