Veritas odium parit (la verdad engendra el odio), dice la traducción latina de una frase de Terencio, poeta popular griego que vivió en la primera mitad del siglo II a. C. Y el evangelio de San Juan (capítulo 8, versículo 32) registra esta afirmación de Jesús: "...conocerán la verdad, y la verdad los hará libres".
Por inmadurez, debilidad o imperfección, los seres humanos casi siempre reaccionamos con manifestaciones de odio cuando nos revelan verdades dolorosas sobre nosotros mismos y los grupos a que pertenecemos. No obstante, si hacemos un esfuerzo por reflexionar de modo sincero, sereno y bien intencionado sobre esas verdades, es posible disolver el odio y sustituirlo con esperanza.
Esos fenómenos y razonamientos sobre la vida social tienen paralelismos ilustrativos en el ámbito de la vida física. Por ejemplo: cuando un médico o una enfermera aprieta un divieso para expulsar la purulencia, el paciente suele experimentar gran dolor y tiende a rechazar esa acción: sin embargo, si permite completar el proceso, al final surge una sensación de alivio y hasta placer.
Hechos inaceptables. Algo así podría ocurrir en el Partido Liberación Nacional, a partir de los acontecimientos relacionados con el Tribunal de Ética y Disciplina. En ese órgano se acumuló una serie de hechos inconcebibles e inaceptables que la mayoría de sus integrantes y las autoridades del partido no quisieron reconocer. Entonces, como parte de él y consciente de la gravedad de la situación, acometí la indispensable tarea de revelar los hechos y enfrentar al principal responsable para liberar el órgano afectado de los daños que causaban.
El cuerpo partidario se resintió por esa acción ciertamente dolorosa, y algunos miembros intentaron rechazarla. Sin embargo, con el apoyo leal de otros compañeros, se mantuvo y aumentó la presión, hasta que fue desalojada la fuente inmediata de la perversión.
¿Tendrá el Partido Liberación Nacional la capacidad para absorber la verdad y aplicar las enseñanzas correspondientes? ¿Se podrá completar la curación del Tribunal de Ética y extender el proceso a otros componentes de nuestra organización política? ¿Se logrará efectuar la transición del dolor a la esperanza, dejando atrás los sentimientos de odio, para forjar una reconciliación duradera? En resumen, ¿el partido, ante su verdad, se quedará en la sentencia de Terencio o abrazará el ideal de Jesús?
Deber cumplido. En lo que a mí se refiere, cumplí mi deber como miembro del Tribunal de Ética y Disciplina, como afiliado del Partido Liberación Nacional y como ciudadano costarricense. La ética es a la moralidad como la bandera es a la patria: y levanté esa bandera sin temor. El alma de Liberación Nacional es la fraternidad socialdemocrática: y combatí sin cuartel a quienes la violentaron. El valor principal de la cultura y la democracia de Costa Rica es el respeto: exigí respeto para un conciudadano y copartidario objeto de agresión, como lo hubiera hecho para cualquier otro; exigí respeto para mí mismo y exigí respeto para los mejores principios y tradiciones de la acción política nacional.
Al grupo que postuló mi elección para el Tribunal de Ética, que me aconsejó y apoyó sin cesar durante más de un año, le doy las gracias. Los ideales y objetivos que nos unieron pueden contribuir todavía más a fortalecer y renovar el espíritu de Liberación Nacional. Por tanto, espero que continuemos defendiéndolos y propagándolos, cualesquiera sean las posiciones que ocupemos en el partido, de ahora en adelante.