Uno de los males menos vistosos pero más dañinos de la humanidad consiste en idolatrar la obra -filosófica o literaria- de individuos que han alcanzado notoriedad. Así, por ejemplo, la ciega admiración milenaria por Platón ha oscurecido las mentes de muchos hombres que no han leído con espíritu crítico sus notables escritos. Los admiradores ciegos de este brillante filósofo no han percibido las raíces totalitarias e idealistas de su pensamiento, o, lo que es peor, las han soslayado o adoptado, como Hegel y Marx.
El notable ensayista e historiador británico Paul Johnson, en su libro Los intelectuales, describe con lucidez la idolatría y ausencia de espíritu crítico de varios intelectuales notorios de este siglo que no han hecho sino difundir irracionalidad en el ámbito filosófico internacional.
Nuestro postrado subcontinente latinoamericano, lleno de dictadores, gobiernos corruptos y miseria extrema, abundan también, para desgracia de todos, en estos pseudointelectuales carentes de espíritu crítico y pensamiento propio. Un ejemplo: recientemente se celebró en Santander, España, la premiación del XI premio internacional Menéndez Pelayo de Educación y Cultura. El homenajeado de turno fue el laureado escritor Ernesto Sábato. En esa oportunidad el escritor argentino se dejó decir, sin ningún tupé, una serie de disparates infantiles que fueron aplaudidos frenéticamente por los espectadores españoles que no reparaban, por supuesto, en las boberías que emanaban de la boca del argentino. "Todo sería maravilloso -dijo el afamado Sábato- si la humanidad estuviera gobernada por tigres y leones". Después de esta frase primitiva y pueril, los españoles, haciendo gala de su reciente egreso de la Edad Media, como bien dice Buñuel, aplaudieron ruidosamente a Sábato. "No estaría mal quemar Nueva York , el paradigma de la estupidez", fue otra de las sapientes frases de Sábato.
Probablemente lo único sensato de Sábato aquel día memorable fue cuando admitió haber quemado algunos de sus libros...
Lo más simpático de toda esta comedia fue que al cabo de su disertación el añoso Sábato regresó a Buenos Aires con 52.000 dólares americanos más en su bolsa. Lo malo de todo esto es que a su regreso encontró a la bella Buenos Aires en ruinas, porque; según dijo en Santander; a Buenos Aires también había que quemarla...
Los latinoamericanos necesitamos una mentalidad crítica -racionalismo crítico- para mejorar nuestras ideas y, en consecuencia, nuestras naciones. Por muchos años sobrevaloramos la lectura de la literatura latinoamericana en menoscabo del estudio pausado, crítico, permanente de la historia de las ideas de Occidente.
Llegamos incluso a creer que se era intelectual si se había leído a García Márquez, Carlos Fuentes o a Chopra. De allí que cuando llegó Sábato a España ocurrió como cuando llegó Chopra a Costa Rica...