Don Abel, ¡no más atolillo con el dedo!
Don Abel, como costarricense ya estoy cansado de la mano débil y blandengue que usted (sí, usted mismo) muestra a la hora de defender los intereses de los costarricenses.
Ahora resulta que su homólogo nicaragüense, Enrique Bolaños, vino a pasear a Costa Rica, a llenarse la boca hablando de los “hermanitos siameses”, y de lo lindo que implica tener a casi medio millón de nicaragüenses acá metidos, por las razones que sean. Por eso, Bolaños pidió condiciones especiales para quienes emigran a nuestro país de manera ilegal y exponiendo sus vidas en el trayecto.
Y, como usted es tan bondadoso, entonces decidió (tras supuesta consulta técnica) que a los inmigrantes ilegales hay que otorgarles un permiso temporal de trabajo. La medida pretende que ellos “coticen al Seguro Social y no sean una carga para nuestro país”.
Léase entre líneas: la petición de Bolaños pretende detener los muy necesarios controles fronterizos y las deportaciones que así lo ameriten. Aún más: es una luz verde para que los nicaragüenses, allá en su país, emprendan la aventura de lanzarse al ruedo y emigren a Costa Rica. De por sí, acá tendrán seguro, casa –en un precario–, luz, agua y comida, necesidades que, por lo demás, todo ser humano merece satisfacer con dignidad.
De esta manera, el Gobierno nica traslada al nuestro su responsabilidad de velar por el bien de sus conciudadanos. Es decir, se desentiende de ellos y, de esta manera, se despreocupa de destinar más recursos en salud, educación y seguridad. De por sí, “los tiquillos tienen más que nosotros...” .
A cambio ¿qué recibimos? La posibilidad de que los ticos tengamos un permiso de trabajo en Nicaragua. Y, don Abel, ¿qué hay del río San Juan y de la millonaria deuda que Nicaragua arrastra con Costa Rica desde hace muchos años y que no hace por dónde cancelar como Dios manda? Si te vi, no me acuerdo.
Por favor, ya es hora de que nuestros gobernantes defiendan nuestros intereses, y el caso nicaragüense es un caso típico. Ellos nos piden cuanta concesión desean y acá, por “buena gente”, les decimos sí a casi todo. Pero, cuando queremos defender nuestros derechos ante ellos, entonces nos dicen: “quién sabe, tenemos que estudiarlo”. O, en el peor de los casos, provocan escándalos y conflictos innecesarios e irreales como los hizo el ahora reo Arnoldo Alemán.
Señor Presidente: si usted no defiende los intereses de los ticos, ¿quién lo hará por nosotros? Porque, con todo respeto, este cuento de los hermaniticos siameses nos tiene a punta de atolillo con el dedo, y no se trata de la riquísima mazamorra, platillo nica hecho a base de maíz.
P. D. Por aquello de los suspicacias y las voces que podrían acusarme de xenófobo, les cuento que no estoy en contra de los inmigrantes, solo de los ilegales que vienen a engrosar los cinturones de pobreza y las estadísticas de insalubridad, y aumentan nuestros índices de desempleo y desnutrición.