En su carta de renuncia al PLN, una vez más José Miguel Corrales la emprende contra Óscar Arias. Considera una terrible ironía y una ingrata paradoja que quien hace 20 años predicara contra el verticalismo y las imposiciones de las cúpulas, "ensañándose" -según él- contra don Pepe, don Daniel y don Luis Alberto por haberlos llamado "irrespetuosamente" ayatolás, hoy pretenda el control del partido.
No le luce a don José Miguel esa pose de respeto, defensa y reconocimiento a los tres líderes históricos que tanto ha criticado en el pasado. No es atribuyéndole a otro las actitudes propias como se mitiga el sentimiento de culpa. En todo caso, si está arrepentido de su actitud y ensañamiento hacia ellos, es mejor que lo diga abiertamente, como cuando le pidió perdón a José María Figueres por haberle negado el voto.
Incoherencia corralista. Ironía y paradoja es también que Corrales critique hoy lo que él mismo avaló en esa oportunidad al aceptarle a don Óscar una candidatura a diputado en 1986. En ese entonces guardó silencio, y nunca salió en defensa de los tres expresidentes. Tampoco le criticó esas actuaciones cuando exhibió el apoyo del expresidente Arias para su candidatura presidencial del 98 ni cuando le pidió a Rodrigo Arias Sánchez que lo acompañara como vicepresidente.
Tampoco en esa oportunidad alegó diferencias ideológicas con los hermanos Arias Sánchez, como sí lo hace hoy con radicalismo e intolerancia. O en ese entonces -con tal de garantizarse un triunfo electoral- estaba dispuesto "a ser cómplice de quienes quieren terminar de desmantelar el Estado Democrático y sus instituciones sociales", o son falsas sus acusaciones de hoy contra don Óscar y su hermano. ¿No es una ironía y una paradoja atribuir ahora tales intenciones a quienes solo ayer les pedía el apoyo electoral y les ofrecía posiciones de primera línea?
Incumplimiento de compromisos. Terrible ironía e ingrata paradoja es que José Miguel en su carta de renuncia afirme que ha "respetado siempre las decisiones de la mayoría", cuando los costarricenses recuerdan cómo incumplió el compromiso -sellado con su firma- de respetar el resultado de la Convención liberacionista de 1993 o cuando con frecuencia se le ve apartado de las decisiones mayoritarias de sus compañeros de la fracción legislativa. Su irrespeto en ese sentido llega al extremo cuando ofende a la mayoría liberacionista que siguen en su partido apoyando a don Óscar llamándolos "mayoría calculadora, dócil, cortesana, que concibe el poder como botín...". Esa es su peculiar forma de entender la democracia.
Pero cuando la ironía y la paradoja encuentran su máxima expresión es cuando critica que las candidaturas a diputado se manejen "como un botín a repartir por los candidatos presidenciales entre sus turiferarios". ¿Lo dirá por experiencia propia? ¿Fueron las tres candidaturas a diputado de Corrales designadas con ese criterio? ¿Fueron turiferarios los diputados que don José Miguel designó "a dedo" cuando fue candidato presidencial?
Y por último, ¿no es una terrible ironía y una ingrata paradoja que quien ha anunciado más de una vez su retiro de las luchas electorales por considerarse un "cadáver político" esté hoy otra vez proclamando una nueva candidatura presidencial?