Don Pedro Nolasco Carrillo vive en paz, alegre y optimista, no obstante la discapacidad que lo alejó de su “profesión: volar cuchillo y hacha” en su finca en Muelle, San Carlos.
Su peculiar estilo de vida, que comparte con dos de sus hijas, lo narró el excelente reportaje de la colega Amy Ross ( Proa , 17 de mayo, pp. 8-12).
Una radio pequeña, un celular de un nieto y, ocasionalmente, algún periódico son casi todo el contacto de la familia con el mundo exterior.
Ni electricidad, ni teléfono fijo ni, mucho menos, Internet constituyen barreras para la felicidad de don Pedro y sus “muchachas”. Y por nada están dispuestos a cambiar su relación diaria con la naturaleza.
Si se mira con visión metropolitana, con los valores de quienes estamos inmersos en la jungla de concreto, tal modus vivendi es incomprensible.
¿Cómo puede alguien sobrevivir sin energía eléctrica, agua potable y otras comodidades contemporáneas?
Más fácil de digerirlo es para quienes, como el que suscribe, sí han sabido lo que es alumbrarse con candelas, proveerse de agua de un río o tener que desplazarse tres horas a caballo hasta el pueblito más cercano, donde sí llegaban carros y autobuses.
El caso de don Pedro hace válido cuestionarse sobre las verdaderas necesidades y, sobre todo, si estas deben vincularse necesariamente con lo material.
Quizás sea válido conjeturar que cuán imprescindible es un bien o servicio puede ser no tan automático como a menudo lo asumimos, sin más ni más.
Es obvio que el acceso, por ejemplo, a la atención sanitaria, la electrificación y agua potable son necesidades básicas, y que experiencias como aquella representan una excepción, que se vive voluntariamente y no se considera una carencia.
Empero, en nuestra “civilización”, se vuelve frecuente incorporar y adoptar supuestas necesidades que, en realidad, no son más que imposiciones derivadas de una frenética conducta de consumo inducida.
Así, el último aparato electrónico deja de serlo en cuestión de semanas cuando la industria agrega una perillita . Luego, una campaña publicitaria lo convence a usted de que es hora de adquirirlo para estar en vanguardia.
Nuestras necesidades apremiantes aquí son sobre calidad de vida: seguridad, dieta sana y menos estrés. Don Pedro y sus muchachas las resolvieron.