
¿Por qué las juventudes decidimos apartarnos de los procesos democráticos? Hoy nos encontramos divididas, pero compartimos un sentimiento: el descontento con la incompetencia de responder a nuestras necesidades.
La precariedad laboral y falta de oportunidades llevan a valorar propuestas que prometen estabilidad y soluciones rápidas, aunque sean simplistas, excluyentes y potencialmente nos roben el futuro. La falta de acceso a vivienda, las tasas de interés imposibles de pagar y la sensación de estar siempre “atrasados” respecto a generaciones anteriores alimentan la frustración. Así, los discursos conservadores que prometen orden encuentran un público vulnerable.
La atracción juvenil hacia discursos conservadores no es un fenómeno nuevo. Líderes como Javier Milei, en Argentina; Jair Bolsonaro en Brasil, o Donald Trump en Estados Unidos, han logrado conectar con sectores juveniles apelando al desencanto y promoviendo liderazgos “fuertes” que idealizan un retorno a valores tradicionales. En Costa Rica, hay liderazgos con rasgos populistas que conectan con sectores juveniles. Pero los discursos de odio y la desinformación convierten la política en un espectáculo vacío, lo que profundiza la polarización.
Según el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), en 2026 habrá 144.872 ciudadanos considerados nuevos electores. Ese caudal no es irrelevante en un sistema multipartidista en que las elecciones se definen por márgenes cada vez menores. De hecho, esa cifra puede ser decisiva en una posible segunda vuelta.
Ante este panorama, el voto joven representa tanto una oportunidad como un desafío para la democracia. Si este grupo de votantes sigue siendo invisibilizado, la abstención y la radicalización podrían convertirse en salidas tentadoras, máxime porque los discursos progresistas no han logrado construir narrativas claras ni cercanas a las juventudes.
El riesgo más claro es el abstencionismo; esto amplifica el peso relativo de sectores más conservadores, que históricamente sí participan. La pregunta urgente no es solo si los jóvenes votaremos en 2026, sino si los partidos estarán dispuestos a escucharnos y a reconocernos como protagonistas del presente, y no únicamente del futuro.
Izela Salazar Lara cursa las carreras de Ingeniería Química y Ciencias Políticas.