Luego de las actividades del 1.° de diciembre, espero que tanto en escuelas como en colegios y universidades, aprovecharan la celebración para entender en profundidad lo que significa que Costa Rica sea el primer país en el mundo que optó por no contar con ejército y cómo esta importante decisión ha impactado el desarrollo, la estabilidad democrática y nuestra idiosincrasia.
Lo primero que debe resaltarse es cómo el general victorioso de la guerra civil realizada en defensa y respeto al proceso electoral y a su resultado, no solo entrega el poder a don Otilio Ulate, candidato ganador de las elecciones, sino que toma la histórica decisión de abolir su propio ejército vencedor.
Para entender la magnitud de la actuación de don Pepe Figueres, debemos recordar que quienes ganaban una guerra civil o daban un golpe de Estado se quedaban en el poder y garantizaban su permanencia con la fuerza militar. Esto era muy común en nuestro vecindario latinoamericano; de ahí, la gran cantidad de dictaduras que se perpetuaron en el poder en diferentes países de la región.
Además de evitar que el ejército se pudiera convertir en una institución que atentara contra la democracia, don Pepe tuvo la visión de que el gasto que se destinaba a las fuerzas armadas –pagando soldados y comprando armas–, se utilizara para inversión social, especialmente a la educación, pilar fundamental de la calidad de vida, la apertura de oportunidades y el desarrollo.
Es triste que, por políticas fiscales que ven el dinero destinado a educación como un gasto y no como inversión social, se hayan reducido los montos que el Estado otorga a nuestro sistema educativo.
Hoy, cuando el mundo sufre conflictos armados en Ucrania-Rusia, África y Oriente Medio, debemos recordar que nuestra línea de defensa son las instituciones y el derecho internacional, y no el ejército.
Y, como reconocimiento a esta histórica decisión, también recordemos la frase que descansa en un monumento en la Universidad para la Paz, pronunciada por Ryoichi Sasakawa: “Dichosa la madre costarricense que sabe que su hijo, al nacer, jamás será soldado”. Son palabras que resumen magistralmente uno de los más nobles efectos de la abolición del ejército.
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Nuria Marín Raventós es politóloga.