SAN DIEGO. – Mientras la prensa se desgañita hablando de la deuda nacional estadounidense ($35,5 billones) y de la campaña del presidente Donald Trump para «drenar el pantano» en Washington, tres factores están transformando el panorama económico de Estados Unidos. Son la salud, la información y la energía, y pueden desmentir a los agoreros.
Los estadounidenses llevan décadas engordando y encaminándose a un desastre sanitario. La tasa de obesidad adulta en Estados Unidos pasó del 30,5% en el año 2000, a más del 41,9% en 2020, con el consiguiente aumento del riesgo de problemas de salud como diabetes, cardiopatías y cáncer. Pero en 2023 ocurrió algo notable: la tasa de obesidad cayó 0,4 puntos porcentuales (fue el primer descenso en al menos un decenio). Es decir, más de un millón de estadounidenses se alejaron del abismo (y de la necesidad de comprar ropa más grande).
Muchos atribuyen este descenso a los revolucionarios medicamentos del tipo GLP-1, como Ozempic y Wegovy. Aunque se les desarrolló para tratar la diabetes, resultaron asombrosamente eficaces para la pérdida de peso, y eso les valió la atención de la gente y la confianza de los inversores. Morgan Stanley prevé que el mercado mundial de medicamentos adelgazantes, cuyo valor en 2024 fue de unos $15.000 millones, crecerá a $77.000 millones en 2030. Esta innovación puede producir una reducción drástica de costos sanitarios y, al mismo tiempo, aumentar la esperanza de vida y mejorar la salud de la fuerza laboral.
Pero hay más que solo medicamentos. La tecnología «wearable» (por ejemplo, Apple Watch y Fitbit) permite a las personas hacer seguimiento de indicadores que van de la frecuencia cardíaca al nivel de oxígeno en sangre y así tomar el control de su bienestar. El secretario estadounidense de Salud y Servicios Humanos, Robert F. Kennedy, Jr., un septuagenario que hace alarde de su bien cuidado físico en videos gimnásticos con el torso desnudo, pretende «hacer a Estados Unidos saludable otra vez». Tal vez eso incluya restaurar la «prueba presidencial de aptitud física» promovida en su momento por su tío Jack y luego anulada por el presidente Barack Obama. Cuando yo era niño, este evento anual nos animaba a hacer «dominadas» y carreras de 50 yardas. Muchos niños hoy no saben lo que es una dominada, pero todos conocen las Pop-Tarts.
En tanto, la revolución de la información ha transformado la economía del conocimiento. En 1959, el cantante de soul Sam Cooke grabó «Wonderful World» y cantaba «no sé mucho de historia, no sé mucho de biología»; nada de qué extrañarse, ya que por entonces una enciclopedia costaba miles de dólares. Hoy es posible acceder a información prácticamente ilimitada por un costo marginal igual a cero, gracias a Internet y a plataformas como Coursera y Khan Academy. Las inscripciones en «cursos abiertos masivos en línea» pasaron de 300.000 en 2011 a 220 millones en 2021. Hoy, un adolescente de los Apalaches puede estudiar gratis programación o literatura, con profesores de instituciones prestigiosas, lo que reduce los obstáculos a la educación. Según el Banco Mundial, cada año adicional de escolarización aumenta los ingresos a lo largo de la vida un 10%, en promedio.

La inteligencia artificial acelera esta tendencia. Es una tecnología con un potencial inmenso como herramienta educativa, sobre todo para el aprendizaje personalizado. Además, aunque los críticos temen que destruya puestos de trabajo, los grandes modelos lingüísticos como ChatGPT y Claude ya están generando un aumento de productividad, y hay pequeñas empresas que los usan para el marketing, atención al cliente e incluso el desarrollo de productos.
Nos queda hablar de la energía: se ha producido una enorme disminución de la factura energética, eterno lastre del presupuesto familiar. El precio del crudo ha caído aproximadamente un 40% desde el máximo registrado en 2022; en este momento, el West Texas Intermediate ronda los 66 dólares por barril. Esta caída, reforzada por la postura favorable de Trump a la explotación gaspetrolera, ha bajado los precios de la gasolina, de modo tal que el promedio estadounidense cayó a $3,09 por galón el 10 de marzo, desde un máximo de $5,02 en junio de 2022. Esto puede suponer para la familia media estadounidense un ahorro cercano a $1.200 al año y generar un importante aumento de la renta disponible.
Para satisfacer las crecientes necesidades energéticas de los centros de datos, empresas tecnológicas como Amazon y Google están desarrollando pequeños reactores nucleares modulares y sistemas de almacenamiento de energía para garantizar un suministro más fiable de energía eólica y solar. Ver a empresas reinventándose en un contexto de turbulencias económicas debería maravillarnos. En una visita reciente a Oregón, me enteré de que Powin, una empresa local que antes fabricaba camas elásticas y sartenes de camping, ahora produce baterías eléctricas de primera línea.
Los críticos dirán que estas tendencias ocultan problemas más profundos en la economía estadounidense, y no están del todo equivocados. Se calcula que, este año, los intereses de la deuda nacional alcanzarán los $952.000 millones, una amenaza para la estabilidad fiscal a largo plazo. Al mismo tiempo, los aranceles de Trump están causando un terremoto en el comercio internacional.
Pero los períodos tumultuosos también suelen ser tiempo de grandes avances. En 1979, cuando el presidente estadounidense Jimmy Carter pronunció su desalentador «discurso del malestar» en relación con la crisis de confianza del país, la inflación volaba al 11,3% y las filas para cargar gasolina se extendían kilómetros y kilómetros; pocos hubieran imaginado entonces la bonanza de los años 80. Asimismo, cuando se produjo la debacle financiera de fines de 2008 y 2009, casi nadie previó la revolución tecnológica que se avecinaba.
En vez de obsesionarnos con los intercambios interminables de acusaciones políticas, debemos reconocer las innovaciones y avances que impulsan la economía estadounidense. Una revolución en salud como los medicamentos GLP-1 puede salvar millones de vidas y generar un ahorro de miles de millones de dólares. La democratización de la información empodera a las personas y acelera el crecimiento. Y el abaratamiento de la energía provee alivio. Estos tres factores son un motivo de optimismo que ni siquiera los pesimistas más recalcitrantes pueden ignorar.
Todd G. Buchholz, exdirector de Política Económica de la Casa Blanca en la presidencia de George Bush (padre) y director gerente del fondo de inversión Tiger, recibió el Premio Allyn Young a la Docencia del Departamento de Economía de Harvard. Es autor de New Ideas from Dead Economists (Plume, 2021) y The Price of Prosperity (Harper, 2016). Traducción: Esteban Flamini. Copyright: Project Syndicate, 2025.