Y nos dicen quienes más saben (pienso en Lawrence Freedman y su tratado Strategy) que, cuando el fin no se puede precisar, la mejor estrategia es centrarnos en fortalecer nuestros recursos y mantener abiertas las opciones ante un amplio rango de contingencias y riesgos.
Lo que sí tenemos claro es qué ha funcionado hasta ahora, tanto en la dimensión sanitaria como socioeconómica, que es cada vez más desafiante. Y sobre esas bases fácticas y conceptuales debemos articular los arsenales de respuesta.
Sabemos que la democracia funciona, que las buenas instituciones funcionan, que la cohesión social funciona, que la inversión en seguridad humana funciona. Y también funcionan la evidencia empírica y el conocimiento experto como guías, el uso justo y eficaz de los recursos escasos, el capital sociopolítico acumulado, la responsabilidad económica y la transparencia y mesura en los abordajes y decisiones. Además, sabemos que no funcionan el oportunismo populista, la rigidez ideológica o el mesianismo.
Sobre esto nos acaban de alertar decenas de instituciones y centenares de personalidades (varios premios nobel y exjefes de Gobierno y Estado incluidos), en un lúcido documento divulgado ayer por IDEA Internacional, centro democrático global que dirige desde Estocolmo el exvicepresidente Kevin Casas.
En Costa Rica lo sabemos; también lo hemos visto en acción. No debemos cansarnos de recordarlo y fortalecerlo siempre, pero sobre todo ahora, cuando el carro de la covid-19 avanza hacia nuevos picos de la montaña rusa, los pelos se ponen de punta, los riesgos aumentan y las tentaciones de demagogia e irresponsabilidad se exacerban.
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El autor es periodista y analista.