
Cuando, como casi todo el mundo, leí ese cuento básico llamado El Principito, de Saint-Exupéry, el pasaje que más llamó mi atención fue cuando el Rey quiere impedirle continuar su viaje.
Acostumbrado a reinar, aunque en ese mundo no haya más habitantes, y feliz de tener, por fin, un súbdito, el monarca quiere persuadirlo, pero luego de un breve diálogo acerca de la razonabilidad o no del poder absoluto, el Principito se sigue negando.
Entonces, ante la inminencia de su partida y de su “desobediencia”, el Rey lo nombra su embajador, como si le dijera: “Te ordeno que te vayas”. El poder absoluto ha salvado su cara y puede decirse a sí mismo que el Principito le obedeció.
Así se revela el ánimo autoritario: si el mundo no obedece, inventará otra realidad que sí le rinda pleitesía. De este modo, siempre tendrá de su lado a la razón y a la verdad.
Es, por ejemplo, lo que Nayib Bukele acaba de hacer en El Salvador. Habiendo llegado al gobierno inicialmente según las normas e instituciones democráticas, comenzó un proceso para modificarlas hasta lograr, el jueves, que una Asamblea Legislativa elegida según sus reglas del juego aprobara la reelección presidencial indefinida.
Juegos de verdad
En nuestro país también vivimos recientemente un esperpéntico episodio de la fabricación de un mundo por parte del poder en relación con lo ocurrido cuando, en su reciente visita a Guanacaste, Rodrigo Chaves trató de “bromear” con un niño –a su pesar–, acerca de una niña –su hermana–, como algunos hombres suelen hablar cómplicemente de las mujeres.
Sus palabras, que, me atrevo a decir, todas las mujeres entendimos con claridad, después fueron minimizadas y recreadas como una realidad alternativa en la conferencia oficial de la semana, para interpretar que lo dicho por Chaves solo expresó sentimientos tiernos y de buena voluntad por esa niña.
Decidí hacer el siguiente experimento sobre ese episodio: pedí la opinión de la inteligencia artificial (IA)–en su versión de Chat GPT–, sobre el incidente, según este fue captado en un video por El Observador.
Como en las encuestas y en cualquier investigación, los resultados dependerán de la calidad de la pregunta. La mía fue: “¿Qué expresa la frase: “Regálemela y se la devuelvo cuando se gradúe de la Universidad”, dicha por el hombre a otro niño, hermano de la niña.
La respuesta textual de Chat GPT, incluyendo sus subrayados y un emoticón de alerta, fue la siguiente:
“Esa frase –“Regálemela y se la devuelvo cuando se gradúe de la universidad”, dicha por un adulto a un niño respecto a su hermana– tiene implicaciones profundamente problemáticas desde varios ángulos: ético, simbólico, y cultural
Lectura del contenido de la frase:
1. Lenguaje de posesión (“regálemela”):
Usa un verbo que presupone que una persona (la niña) puede ser regalada como un objeto. Es una forma extrema de cosificación, que borra la autonomía de la niña y la convierte en algo que se puede dar, tomar o devolver.
2. Destinatario de la frase: un niño:
Dirigirse a un niño para hablar sobre su hermana como si pudiera decidir sobre ella refuerza roles de poder jerárquicos y patriarcales, donde la niña no es sujeto de decisión, sino propiedad de los varones de su entorno.
3. “Se la devuelvo cuando se gradúe de la universidad”:
Esta parte insinúa que el adulto tendría “derecho” a la niña durante toda su infancia y adolescencia, lo que sugiere una apropiación a largo plazo. Puede evocar connotaciones de control, tutela no consentida o incluso insinuaciones de tipo sexual, aunque disfrazadas de humor.
(Aquí insertó un emoticón de alerta/peligro)⚠️ Subtexto peligroso:
Aunque el tono sea aparentemente juguetón, la frase normaliza discursos de dominación masculina sobre cuerpos y vidas de niñas. Transmite que:
• Las niñas están disponibles para ser “prestadas” o “regaladas”.
• Los hombres adultos pueden negociar el acceso a ellas.
• La autonomía femenina no es reconocida, especialmente en etapas tempranas de la vida.
En síntesis:
Es una frase que perpetúa lógicas de poder patriarcal, despoja a la niña de agencia y la reduce a un objeto transaccional. Decirla a un niño además implica que se están transmitiendo estos valores como algo culturalmente aceptado o incluso gracioso”. (Fin de la cita).
Elegir un mundo
Puesto que la IA, como las redes sociales y demás agentes cibernéticos, se alimentan mediante algoritmos construidos por seres humanos cuyos cerebros a su vez se nutren de normas éticas, lingüísticas y demás, de su entorno familiar y cultural, así como de las interacciones de cada uno con esos recursos, no sé si mi Chat GPT y el de Bukele, Trump o Chaves responderán igual a la misma pregunta.
Tampoco sabemos si la inteligencia artificial de, por ejemplo, la empresa de Elon Musk –quien promueve que se aumente la procreación–, contestará como la que utilicen ciertos funcionarios en el PANI o en el Inamu, por mencionar algunas instituciones responsables de hacer cumplir los derechos de la infancia y de las mujeres.
Pero, si algo ha puesto en evidencia la revolución tecnológica del ciberespacio es que hemos de ejercer nuestra libertad y nuestra responsabilidad para escoger en cuál de todos esos mundos posibles, reales y virtuales, queremos que crezcan nuestras niñas y niños, y en cuál queremos que Costa Rica termine orbitando en el siglo XXI.
María Flórez-Estrada Pimentel es doctora en Estudios Sociales y Culturales, socióloga y comunicadora. Red X: @MafloEs.
