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La sociedad organizada costarricense está en silencio. (Shutterstock)
Percibo un silencio en la sociedad organizada tica que resulta inescrutable para mí. Más allá de algunos comunicados por aquí o por allá, prima, en la práctica, el mutismo en sindicatos, cámaras empresariales, asociaciones barriales, ambientalistas y gremiales. Y no es solo en este gobierno. Cuando uno revisa la historia de las protestas sociales a lo largo de treinta meses, ese silencio se instaló en el 2021. Nunca se había registrado un período tan prolongado con tan pocas marchas, bloqueos, manifiestos públicos y otro tipo de acciones colectivas.
¿A qué puede deberse tanto sosiego? Las hipótesis de cajón son fácilmente descartables. Una primera por desechar es “las grandes mayorías están satisfechas por el rumbo que el país lleva, las organizaciones lo perciben y se están queditas”. ¡Qué va! Los sondeos de opinión reflejan lo contrario, pues cunde la incertidumbre y la crítica ciudadana sobre nuestro estado de situación.
Una segunda hipótesis sería que tanto en el gobierno anterior como en este consiguieron el favor de un buen número de las organizaciones mediante regalitos, como puestos en juntas directivas, aumentos de salarios y así por el estilo, lo que un destacado académico llamaba “los incentivos selectivos”. Algo de eso puede haber en ciertos casos, pero es difícil comprar tanta paz entre gente con intereses tan variados y contrapuestos y en una situación como la nuestra.
Una tercera hipótesis sería que tenemos un gobiernazo que logró crear una base de apoyo social organizado, vinculado al partido en el gobierno. Tampoco llegamos muy largo por ahí. Para empezar, el mutismo no empezó en este gobierno y, para rematar, no sabemos cuál es el partido oficialista, pues parece que desde la Casa Presidencial se quiere crear uno nuevo. Ciao PPSD.
Entonces, ¿qué pasa? Sé que la derrota estratégica de los sindicatos en la huelga del 2018 aún les pasa factura. Sin embargo, no son los únicos mudos. Mi impresión es que no solo los partidos, sino también las organizaciones sociales padecen una grave crisis de representación y liderazgo. Entonces, pasan cosas graves en el país, pero las débiles organizaciones no tienen capacidad para decir ni mu, o participar en conversaciones públicas sobre los problemas nacionales. El problema es que, así, la ciudadanía no solo se está alejando de los partidos, sino también del ejercicio de sus derechos, de la democracia participativa.
El autor es sociólogo, director del Programa Estado de la Nación.