
Filólogo empedernido, impenitente, ando con una «incognita»: por qué esa palabreja de «nuca» resulta tan parecida en diversas lenguas europeas, sean germánicas (neck, Necke, nek, nakke, etc.) como románicas (nuque, nuca, etc.). Extraño.
Pues, resulta que todos esos idiomas se han visto influenciados por el latín «nucha», pero la misma Academia Española aclara que algo más para atrás la etimología remonta al árabe.
En esos idiomas hasta en uso moderno florecen también expresiones derivadas de lo mismo (en español: dar por la nuca, respirar por la nuca, desnucar); lo mismo «frapper à la nuque», etc.).
De acuerdo, a como también en lo morboso «en la variedad está el gusto» disponemos además de «pescuezo»: lo deduce dudosamente la Real Academia: vendría de «post» (por después) y «cuezo» por «cogote».
Y siguen las variantes en torno a lo mismo, entre otras, andar al pescuezo, apretar, estirar, (re)-torcer, etc., la misma parte «desde la nuca hasta el tronco», según reza en la misma fuente.
Por si fuera poco, lo anterior, comprobemos lo vivo de la morbosa asociación hasta en creaciones recientes: en «La jerga estudiantil universitaria», la colega Gilda Rosa Arguedas apunta «por la nuque» como sinónimo de «ir mal en un examen».
En la naturaleza, vaya que vale la misma regla, por el mismo punto débil: muchos perros, por ejemplo, sintiéndose amenazados, procuran defenderse atacando por el cuello. Lo mismo al revés: lo confirma Jean Marie Le Clézio, nobel de literatura en el 2008. En «Pastores», un tal Abel (nombre que por supuesto recuerda el Génesis) aturda una serpiente en la cabeza y, acto seguido, «le rompe la nuca».
Por desgracia, en el islam (entre otras suras 6:4; 47:4) desde hace más de mil años suena la recomendación de darle al enemigo el golpe por lo más débil: la conexión entre el cuerpo, propiamente dicho y el cuello, la médula, la cerviz. Y, con ello, no estoy excusando las cruzadas cristianas, ninguna operación de caridad, pero aquel Mohamed sigue aturdiendo mentes, como en octubre del año pasado con el asesinato y la decapitación de Samuel Paty, profesor de Historia en Francia, cuyo único pecado habrá sido utilizar imágenes de una revista humorística como recurso didáctico, en motivación por la libertad de opinión.
Lo mismo, también en octubre, el asesinato de David Amess, parlamentario británico, apuñalado por un fanático islamista, sin saber siquiera la identidad de su víctima. Azar con monstruosa cara de hidra. Y descubrimos con horror que, por estas mismas fechas recientes, en revueltas carcelarias, en Ecuador, varias víctimas cayeron por el mismo método.
Pero no les echemos la culpa solo a esos fanáticos «del otro lado». En Occidente también los nazis practicaron un método expedito de ejecución mediante un tiro por la nuca. Y leo que en revueltas carcelarias en Ecuador, aparte de varias decapitaciones, a una de las víctimas la reconocieron por un corte grande en la nuca. No sé si con sopor o alivio leo en «El País» (26/10/2021) que la humanidad puede aprender de la animalidad…
El autor es educador.