Dado que en Pavas residen 88.000 personas, el 4,5 % de positividad diagnóstica, determinada mediante una muestra aleatoria en esa población, significan 4.000 habitantes del distrito infectados, número que, obviamente, indica una catastrófica transmisión comunitaria y, lo más grave, transmisión asintomática rampante.
Estas cifras se derivan de las declaraciones del ministro de Salud, Daniel Salas, y del presidente de la Caja Costarricense de Seguro Social, Román Macaya, dadas en la conferencia de prensa llevada a cabo el 30 de junio, cuando informaron del estudio efectuado en 1.200 residentes en Pavas, con base en el cual concluyeron, equivocadamente, la inexistencia de la transmisión comunitaria. Un error garrafal que podría costar vidas.
El cálculo de 4.000 personas infectadas en este momento en Pavas —que están contagiando a otros tantos de miles— es más que alarmante e indicativo de la omnipresencia del virus en el distrito.
De ser cierta la información, la pandemia habría alcanzado en el distrito número 9 del cantón de San José niveles rampantes, como los vistos en España o en Guayaquil, Ecuador.
Cuarentena estricta. Toda la población de Pavas debería ponerse en estricta cuarentena de inmediato, como en su momento se hizo en Madrid o la ciudad de Wuhan, China, si la información proporcionada en la conferencia de prensa es cierta. Si no se dio la información correcta, debe enmendarse el error.
Un elemento clave en las declaraciones del ministro es que las 1.200 personas incluidas en el estudio fueron seleccionadas de manera “aleatoria”.
Esa aleatoriedad es la que nos permite extrapolar el 4,5 % a toda la población del distrito. Pero quizás no fue así, y la muestra no fue aleatoria, sino de algún grupo especial. Por ejemplo, que la muestra en realidad represente sectores o barrios donde se han presentado focos de infección.
Si en los lugares examinados residen, digamos, 12.000 personas —estoy inventando este número—, los resultados del estudio apuntarían a que allí andan sueltos unos 500 individuos infectados. Cifra también alarmante, aunque no tanto como la anterior.
Ojalá el ministro haya sido mal informado y la muestra no haya sido aleatoria. Pero, de todos modos y cualquiera que haya sido el diseño del muestreo, un 4,5 % de positividad diagnóstica de covid-19 en un grupo de individuos aparentemente sanos de la comunidad es un resultado suficiente para encender todas las alarmas.
Otra posibilidad. Es posible, sin embargo, que el estudio haya sido en realidad un rastreo en profundidad de los contactos de casos conocidos, es decir, un test diagnóstico hecho a un grupo de personas sospechosas de estar infectadas, no a un grupo representativo de la comunidad.
Así las cosas, el 4,5 % de positividad es menos grave, aunque igualmente preocupante, puesto que fueron detectadas 54 personas enfermas, lo cual obligaría a hacer una búsqueda intensa de sus contactos, y esta debería reflejarse en, por lo menos, 500 pruebas diagnósticas adicionales.
Hay un segundo elemento inquietante en las declaraciones del ministro en esa conferencia de prensa: su explicación de que no hay transmisión comunitaria porque un 4,5 % es inferior al 10 % y el 15 % mencionados por él mismo en conferencias pasadas.
El problema radica en que esos otros porcentajes (el 10 % y el 15 %) se refieren a algo totalmente distinto: a la proporción de casos en los cuales no fue determinado el origen del contacto. No es válido comparar naranjas con chayotes.
El autor es demógrafo, el impulsor de la Ley de Paternidad Responsable, de efecto positivo inmediato en la sociedad, pues después de la aprobación bajó la tasa de natalidad y el número de nacimientos sin registro de un padre.