PARÍS– Durante la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en Pekín en 1995, los participantes prometieron promover los derechos de las mujeres y las niñas a lo largo y ancho del mundo.
Una parte de esa promesa, establecida en la histórica Declaración y Plataforma de Acción de Pekín, fue garantizar la educación de todas las niñas.
Un reciente estudio, el Informe de la Unesco de Seguimiento de la Educación Para Todos en el Mundo, examina si se cumplió o no dicha promesa.
Un cuarto de siglo después de la conferencia y justo después del Día Internacional de la Niña, el 11 de octubre, la buena noticia que se dio a conocer es que en comparación con el año 1995 la cantidad de niñas matriculadas en escuelas primarias y secundarias se ha incrementado en 180 millones, y más niñas que nunca en la historia permanecen en la escuela y se gradúan.
También hay buenas noticias en la educación terciaria: tres veces más mujeres estudian en la universidad en esta generación en comparación con la última.
En Marruecos, por ejemplo, hace 25 años solo se matriculaban 30 mujeres por cada 100 hombres, hoy hay paridad.
Los resultados importan tanto como el acceso a la educación. En ese respecto, se han logrado avances significativos.
En más del 50 % de los países de ingresos medios y altos, las niñas tienen un desempeño igual de bueno que los niños en matemáticas, y los superan en el 25 % de dichos países.
Sin embargo, las niñas más pobres siguen rezagadas. De los 59 millones de niños en edad escolar primaria en todo el mundo que no asistían a la escuela en el 2018, unos 12 millones, es decir, el 75 % de dicha cantidad, eran niñas que nunca habían puesto un pie en un aula y era improbable que alguna vez lo hicieran.
En más de 20 países, la mayoría de ellos en el África subsahariana, casi ninguna niña pobre del área rural se graduará de la escuela secundaria superior.
Acoso, violencia, embarazos. Para las más marginadas, las escuelas siguen siendo entornos inseguros donde prevalecen el acoso verbal y sexual, el abuso y la violencia.
En muchos lugares, las altas tasas de embarazo muy a menudo mantienen a las niñas fuera de la escuela, perpetuando así el ciclo de pobreza.
Si bien la prevalencia del embarazo precoz disminuyó en un tercio entre las niñas de 15 a 19 años de 1995 al 2020, las tasas de embarazo precoz siguen siendo elevadas, especialmente en el África subsahariana, donde una cuarta parte de las niñas de 18 años ya son madres.
También es esencial que en todas las escuelas se imparta una educación sexual integral. Este tipo de consejería no solo ayuda a los estudiantes a resistir la presión de sus pares con respecto a participar o aceptar la violencia, sino que también conduce a una reducción de los embarazos precoces.
Ha habido algunos avances prometedores en los últimos años, como la decisión de Sierra Leona en marzo pasado con respecto a revocar la prohibición que evitaba que las niñas embarazadas asistan a la escuela.
Sin embargo, dos países aún aplican la prohibición de asistencia a establecimientos de educación a las niñas embarazadas y a las madres jóvenes: Guinea Ecuatorial y Tanzania.
Roles de género. Otras barreras son menos serias, pero también frenan el avance de las niñas. Consideremos a Rabia Nusrat, una joven de Pakistán que quería estudiar ingeniería desde niña.
A pesar de que sus padres la instaban a elegir una profesión menos dominada por los hombres, ella insistió y ahora es la primera mujer en su familia y comunidad que completó estudios de ingeniería.
Pero no todas las niñas tienen la misma persistencia, y la realidad es que no hay suficientes profesores y consejeros de carreras profesionales que tengan la capacitación necesaria para ayudar a corregir el desequilibrio de género en los ámbitos de las ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas.
En los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), se calcula que solo el 14 % de las niñas que muestran un alto rendimiento en ciencias o matemáticas trabajarán en ciencia e ingeniería, en comparación con el 26 % de los niños con un similar alto rendimiento.
Los libros de texto escolares también perpetúan las normas de género que retrasan a las niñas. A menudo, el texto y las imágenes retratan a las mujeres en roles tradicionales dentro del hogar y ocupaciones menos prestigiosas, mientras que a los hombres los representan como líderes poderosos.
Esos estereotipos arcaicos no tienen cabida en los materiales educativos contemporáneos y deberían eliminarse.
En el informe de la Unesco también se destaca la necesidad de tener más mujeres en puestos de liderazgo en el sector de la enseñanza.
La enseñanza es una profesión feminizada, que perpetúa las normas desiguales en materia de oportunidades en el mercado laboral.
Aun así, el techo de cristal es una realidad incluso en esta situación. En 48 países de ingresos medios y altos existe una brecha de género de 20 puntos porcentuales entre maestros y directores de escuelas secundarias de primer ciclo.
Políticas públicas. El liderazgo femenino no se traduce automáticamente en mejoras para las niñas, pero las líderes mujeres pueden cambiar las normas sociales y de género a través de leyes y políticas, así como también comportándose como modelos visibles para las niñas.
El próximo año los gobiernos del mundo firmarán una nueva declaración sobre los derechos de una nueva generación de mujeres en el Foro Generación Igualdad.
La educación merece una posición central en esta nueva declaración porque las niñas siguen siendo más propensas a enfrentarse a las peores formas de exclusión, especialmente cuando la covid-19 amenaza con empujar las desigualdades a los extremos.
Es importante celebrar los progresos alcanzados hasta ahora. Pero también debemos recordar cuánto queda por hacer para lograr la verdadera igualdad de género en, y a través de, la educación.
Manos Antoninis: director del Informe de la Unesco de Seguimiento de la Educación Para Todos en el Mundo.
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